La descentralización estatal y la fragmentación territorial que se
dieron en Europa como resultado de las invasiones germánicas de los
siglos V-VIII cristalizaron en el proceso de gestación de un nuevo orden
socio-económico: el feudalismo.
Éste tuvo su máximo esplendor entre los
siglos IX-XIII, caracterizado por las relaciones de dependencia y
vinculación jerárquica de los más débiles hacia los más fuertes. Estos
últimos, generalmente señores de la guerra que poseían su propio
armamento, se habían enriquecido por los servicios prestados al monarca,
quien, como recompensa, les había entregado feudos en usufructo, donde
administraban justícia personalmente. Las relaciones feudovasalláticas
fueron, pues, producto de una mentalidad en la cual imperaba la sumisión
del elemento productor de esta sociedad de carácter económicamente
agraria, el campesino, hacia las clases poderosas, en acuerdo mútuo para
mantener su control. El campo donde mejor se detecta esta mentalidad es
el judicial.
Con la desaparición del derecho romano y, posteriormente,
del derecho germánico, los nobles usurparon las funciones públicas que
una vez fueron potestad del rey. Pero éstas derivaron pronto en
prácticas abusivas, cuyo objetivo último era el control absoluto de los
medios de producción. Los señores feudales imponen su ley, la ley
feudal: son los llamados Malos Usos.
Éstos se reflejan en todas las
esferas de la vida pública y privada: el matrimonio, la família, el
trabajo...En el campo de la religiosidad, la tendencia predominante es
la de la espiritualidad monástica, perfectamente enmarcada en este
contexto rural. La orden más poderosa en la Europa feudal es la
benedictina; sus monjes representan el ideal del buen cristiano.
Igualmente, el patrocinio en la construcción de nuevas iglesias,
capillas y monasterios por parte de la nobleza para la salvación de sus
almas se convierte en una práctica corriente,esto en su mayoria delegado a los masones, así como las donaciones y
los ingresos de los hijos segundones de los señores en las diversas
instituciones eclesiásticas mediante una dote sustanciosa, de la que la
Iglesia es la gran beneficiaria. De este modo, si los señores feudales
utilizan la fuerza para imponer su ley, la Iglesia posee como armas para
el control social la excomunión y la condenación eternas para aquellos
que osen cuestionar su hegemonia sobre la Cristiandad.
Las reformas del
Papa Gregorio VII (1073-1085), orientadas hacia la purificación de la
clerecía, la restitución de la disciplina y la consolidación de la
primacía de Roma, son la plasmación de la feudalización de la Iglesia.
El estamento inferior de esta sociedad feudal y rural, el campesinado,
entra también en esta dinámica; no sólo porque es la fuerza de trabajo
necesaria para el mantenimiento de la posición de las clases superiores,
sino porque también entre los campesinos se dan formas de vinculación y
jerarquización. En efecto, de manera gradual, en las primitivas
comunidades de aldea se va perdiendo la solidaridad y empiezan a
despuntar unos linajes sobre otros, bien porque poseen más tierras en
explotación, bien porque su productividad es más alta. Estas famílias
más afortunadas buscarán siempre la aproximación con el estamento
nobiliario, hasta el extremo de poder vivir de las rentas y costearse un
armamento que, a su vez, les permitirá ingresar en la casta militar
como miembros de la más baja nobleza.
La ayuda militar que ofreceran a
los señores será recompensada por éstos con la entrega de nuevos feudos.
A su vez, esta nueva nobleza ejercerá la fuerza contra su propia clase
social de orígen. Quien tiene la fuerza tiene, pues, el poder. La unión
entre Iglesia y nobleza dará lugar a unos esquemas mentales donde la
violencia está justificada, siempre y cuando sirva al orden establecido
por Dios a los hombres. El ejemplo más claro es tal vez el espíritu de
Cruzada. En los monasterios se predica el combate contra el Diablo con
el arma de la oración: el hombre medieval vive inmerso en un clima de
agresividad que se manifiesta contínuamente en su realidad cotidiana.
Pero no todos los aspectos del feudalismo son negativos: al lado de la
barbarie y la brutalidad proliferan loables intentos de pacificación
efectiva de la sociedad, com las instituciones de la Paz y Tregua de
Dios.
Los inicios del movimiento cluniacense, y más tarde el
cisterciense, estan marcados por una sincera voluntad de reformar no
sólo la Iglesia, sino las formas de piedad y la espiritualidad en
general, en un intento de retornar a los valores cristianos primitivos.
El arte de la época es tambien una fuente inestimable para la
comprensión de la mentalidad medieval: el baptisterio bizantino, la
basílica visigoda, la portada románica o la catedral gótica son la
plasmación de los esquemas mentales propios de una sociedad donde la
idea tiene un papel preponderante sobre la realidad.
Y es que la
cosmovisión de los hombres y mujeres medievales está marcada por una
importante dimensión simbólica. Por último, en época feudal nace el amor
cortés, la caballerosidad, el homenaje, la fidelidad, la encomendación,
los códigos de honor... gestos y actitudes que, a pesar de los siglos
que nos separan, nos resultan propios de nuestra misma manera de ser y
de pensar.
José Rafael Otazo M.
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Profesor Universitario.
Miembro de la Ilustre Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Miembro de la Digna Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Investigador en la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica.
Director de la Publicación Internacional, "Ni vestido ni desnudo"
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