jueves, 13 de julio de 2017

Hablando de...BASES MASONICAS ... ACTUALES O ANCESTRALES.




Editado y modificado


Por: M.´.M.´.René A. Thomas R.
Resp.´. Logia “Sol de Curpa” N° 112
Acarigua – Estado Portuguesa


La Masonería en la actualidad puede definirse como una institución iniciática, filosófica, filantrópica y esotérica que manifiesta su enseñanza a través de un simbolismo constructivo, el cual se va definiendo poco a poco dentro del iniciado a medida que va pasando de un Grado a otro.

Esto se debe a que la Masonería hoy por hoy, es en gran parte el resultado de una herencia de los antiguos gremios de constructores y guildas por así decir, y aunque hoy en día los masones ya no construyen edificios de forma física, ese simbolismo sigue vigente de manera alegórica, a un templo o construcción interna de una manera de ser muy particular a la Orden Masónica Universal, con una identidad propia. 

Los símbolos masónicos por ellos mismos, hacen referencia a un conjunto de ideas o patrones preestablecidos en tiempos muy remotos, que están relacionados directamente con el conocimiento de la organización del cosmos, (Cosmogonía), lo que a su vez implica el desarrollo del hombre enmarcado en ese tiempo y espacio, como un microcosmos, tal como de manera hermética se le conoce. Hay que tner en cuenta, que desde el punto de vista físico, el espacio se mide en unidades de tiempo, lo que hace que estos dos aspectos sean conjugables entre ellos y los estudios esotéricos y sus interpretaciones más profundas.

Los antiguos constructores asociados en guildas, como se le conocían a las antiguas logias, consideraban el simbolismo cósmico, como un modelo a seguir, tanto en la realización física de sus obras arquitectónicas como en el uso de las formas geométricas básicas, entre las que se destacan el círculo, el cuadrado, de manera alegórica al cielo y la tierra y posteriormente el denominado cuadrado largo, que no es otra cosa que el rectángulo. Las relaciones entre estas figuras, junto con sus respectivas relaciones, dio como resultado la llamada “geometría sagrada”, la cual como ciencia, ha tomado para sí todos los aspectos esotéricos que se le puedan atribuir tanto a las figuras como tales (símbolos) como a los números y sus correlaciones figuradas.

Estas formas y estructuras simbólicas, siempre han respondido a unos arquetipos universales, preestablecidos desde el principio de los tiempos, y a unos aspectos que son paralelos a la evolución del hombre en el tiempo tanto en su desarrollo como ser y actor principal en la historia de su propio mundo físico. Cabe destacar, que el tiempo como “elemento” no es más que una sucesión de eventos medible por sí mismo, pero que su acción depende del observador y de su capacidad de observación.

No importa que los masones de hoy no construyamos edificios materiales, lo realmente importante es que esos mismos principios o ideas los podemos conocer a través de los símbolos que decoran nuestros Templos, siendo el más importante de todos, el que sustenta el concepto del autor del ordenamiento cósmico como la Gran Obra de la Creación, o Arte Real, conocido en la Masonería Universal como Gran Arquitecto del Universo (G.´.A.´.D.´.U.´.).

Desde el punto de vista exotérico, la construcción física de los edificios se vuelve esotérica al pasar a la construcción de un templo interior, fortalecido por las bases iniciáticas que provee la Masonería a los Aprendices a través de las herramientas proporcionadas, como lo son el cincel y el martillo, y las demás en los grados siguientes. 

El Gran Arquitecto del Universo es considerado como un Principio fundamental en el sentido de la palabra, es la verdadera piedra angular del Templo Masónico y no la representación de un Dios religioso y es bajo la influencia de ese Principio, que los masones realizamos nuestros trabajos dentro de la Logia. Es imperativo recalcar que dado que la masonería se lleva por dentro, este Principio también debe estar presente en el comportamiento del masón, en el mundo profano.

Estos trabajos, basados en el estudio de los símbolos en sus inicios, están soportados en la práctica del Rito, gracias a los cuales la Logia se convierte en un espacio análogo a la misma estructura del Cosmos. 

De allí, que el simbolismo de la Logia también es uno de los temas de meditación a los que nuestra Orden concede una importancia muy relevante. No hay que confundir los símbolos con los signos, ya que estos últimos los estudia una ciencia denominada semiótica. Este Principio es un símbolo, y nunca será un signo de nada, ni se corresponde a un arquetipo religioso.

Es conveniente señalar que en la Masonería, el Principio creador del Gran Arquitecto del Universo, no tiene ningún tipo de connotación religiosa ni proviene de ninguna de ellas. Por otro lado, no puede tenerla porque la Masonería no es una religión, como pueda ser la católica, la sufí, la judía o cualquiera otra, sino una orden iniciática que entrega al hombre y en cualquier nivel, los medios y los conocimientos necesarios para su perfeccionamiento y desarrollo evolutivo como ser humano. 

No olvidemos que la Masonería es una Ciencia y un Arte, un “Arte Real” y  su  Principio Supremo (G.´.A.´.D.´.U.´.) se manifiesta como la Inteligencia que organiza el Cosmos, el Templo Universal, de acuerdo al plan concebido en su sabiduría, que como se dice en el Libro de la Ley Sagrada "Tú todo lo dispusiste con medida, número, y peso" (Sab 11,20).

Con respecto a lo anterior, René Guénon o Abd al-Wâhid Yahyâ en su artículo titulado "La Ortodoxia Masónica", perteneciente al vol. II de los Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compañerazgo nos dice que "El símbolo del Gran Arquitecto del Universo no es la expresión de un dogma, y que si se comprende como debe serlo, puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones filosóficas, porque esto no implica por su parte el reconocimiento de la existencia de un Dios cualquiera". 

La masonería en sus bases, debe ser adogmática si quiere realmente formar hombres libres, libre-pensadores, de personalidad única, pero de virtudes encontradas en un solo esquema comportamental de pensamiento, voluntad y acción, de allí la negación a los aspectos dogmáticos que pueden representar una religión cualquiera, a través de sus propios rituales o concepciones prefabricadas.

No se trata de "creer" en el símbolo, sino de “comprenderlo”, ya que el hecho de creer está fundamentado en la fe, y la comprensión se basa en la razón. 

El masón toma al símbolo como un vehículo de Conocimiento y no como un objeto de "culto", pues sabe que no hay que confundir al símbolo con lo que éste simboliza. Son dos aspectos diferentes, tanto en su concepción como en su propia comprensión. En la medida en que comprendamos mejor los símbolos y su significado nos compenetramos más en su esencia logrando ser UNO, una unidad, con la idea que lo conforma y el símbolo como tal. 

El hecho de que la Masonería no sea una religión, no limita ni impide en nada que existan masones que en su vida privada, practiquen un credo religioso determinado, o bien que no practiquen ninguno. Esto realmente a la Masonería como Orden no le atañe, pues esas creencias, muy particulares por cierto, de cualquier otro tipo (filosóficas, científicas, políticas, etc.) la momento de entrar a las Tenidas, han de dejarse, junto con los metales, en los llamados Pasos Perdidos, para poder entrar sin estas taras que tanto peso hacen dentro de la conciencia de cada quién, tal como se explica a continuación en una cita de René Guénon.

René Guénon en otro artículo titulado "La Gnosis y la Franc-Masonería", dice que "debe ser pura y simplemente la Masonería. Cada uno de sus miembros al entrar en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en común en la Gran Obra de la Construcción universal". 

Por decirlo de otra manera, lo único que la Masonería "exige" a sus miembros es una voluntad firme en el "desbastado" y "pulimento" de la piedra bruta, y que como dicen algunos rituales "es un producto grosero de la Naturaleza, que el Arte de la Masonería debe pulir y transformar". 

La obra de la regeneración humana, desde el punto de vista interior o esotérico, no puede llevarse a cabo sin una voluntad firme y perseverante en el tiempo, mediante el deseo de la acción vehemente de quien así la quiere, y la siente, lo que igual a decir que sin una fuerza interior que influya de manera directa en la mente del hombre y transmita su poder creativo a esa "materia amorfa" de la psique o alma desordenada y caótica del ser primigenio, simbolizada en este caso por la piedra bruta, no podrá seguir adelante.

Así pues, con el cincel de la inteligencia, impulsado por el mazo de la voluntad, el aprendiz va limando y corrigiendo las aristas y asperezas de su piedra bruta, separando lo "espeso de lo sutil", el "caos" del "orden", lo "profano" de lo "sagrado", operación alquímica que ha de convertirse en un rito cotidiano, en un ejercicio de cada momento, pues dicha separación constituye la premisa fundamental a cumplir en las primeras etapas del proceso iniciático, hasta que con paciencia y perseverancia alcance ese perfeccionamiento de que hablábamos anteriormente, ejemplificado en la piedra cúbica y tallada. 

La iniciación, no solo como ceremonia, sino en su contexto más amplio, es una vía hacia el Conocimiento capaz de despertar en el hombre sus sentimientos, emociones y cualidades innatas, y que permanecen aletargadas en su estado ordinario.

Arturo Reghini nos dice que ese perfeccionamiento "está ligado al conocimiento y al reconocimiento de la naturaleza humana y sus posibilidades inherentes. Es necesario realizar el antiguo precepto del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo. Es necesario buscar en sí mismo el misterio del ser, considerar la vida humana, sus funciones, sus límites y la posibilidad de sobrepasarlos, de intervenir activamente en su curso, no abandonarlo a la deriva, en descubrir y en despertar los gérmenes latentes, los sentidos y los poderes todavía desconocidos, dormidos y ocultos. Es necesario, en fin, realizar una obra de edificación espiritual, una transmutación, alcanzar la virtud y el conocimiento para que el miserable gusano que repta por la tierra se transforme en gloriosa mariposa volando libremente hacia la justicia". 

Para lograr ese fin, este autor nos dice que no existe otro medio que "el trabajo masónico basado y sostenido por la iniciación simbólica, es decir conferida y obtenida a través de la inteligencia de los símbolos masónicos familiares, a imagen de la obra de arte que se realiza con los instrumentos del oficio".

Tal como lo hemos visto, la idea de la transmutación alquímica como esencia, tiene una relación directa el proceso alquímico como tal, y de hecho el "Arte Real" masónico, desarrollado a través de los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, es idéntico a la "Gran Obra" de la Alquimia, y la culminación en la Piedra Filosofal, por lo que puede hacerse una transposición totalmente coherente entre el simbolismo alquímico y el simbolismo constructivo y arquitectónico masónico y sus elementos básicos, como lo son la sal, el azufre y el mercurio.

Sin más por ahora, debemos resumir que tanto la alquimia como la masonería y el propio simbolismo desde sus orígenes primigenios, son sin lugar a dudas, complementos que se retroalimentan desde adentro, logrando exteriorizar sus logros en los cambios internos del hombre como género, en la sociedad donde éste se desenvuelve.


Swami.´.

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