martes, 5 de julio de 2016

EL HOMBRE MINERAL DESDE EL PUNTO DE VISTA INICIÁTICO



La misión básica o primordial de la Francmasonería es la de formar hombres con ética proba, en todos los aspectos de su cotidianidad, o sea capaces de estar en un permanente perfeccionamiento y de mejoramiento de la sociedad en la cual se encuentran.

Desde nuestros inicios, la Orden Francmasónica ha tratado de constituirse en una institución de selección de sus adeptos y no de la incorporación de masas, como si fuese un ejército o fuerza pública.

Pese a que la Orden como tal tiene su propio proceso de selección de sus adeptos, e independientemente de las condiciones que pone a los profanos para su iniciación, es fundamental que el propio candidato esté realmente de acuerdo consigo mismo primero de querer logar un cambio en sí mismo, a través de lo que le ofrece la Orden.

Pero por fructífero que pueda ser este proceso docente, no es posible transformar en hombre de bien a quien no quiere serlo o a quien no posea la voluntad decidida de ver claro y de hacer luz en su espíritu.

A través del tiempo y desde nuestros albores, la Orden como tal ha desarrollado un proceso de iniciación, como uno de los oficios más importante de todos, donde es fundamental que el iniciado le dé la misma connotación e importancia a este Ritual, independientemente que su origen material se derive de las corporaciones de constructores medievales, las que han logrado transmitir su estructura básica, ya sea en forma de grados y de la que tomamos posteriormente todo el simbolismo relacionado al arte de la construcción o Arte Real. 

Lo anterior se ha transformado en un proceso de perfeccionamiento asociado a la edificación del Templo Personal, del Templo Individual a través de la máxima creencia en una emanación superior que denominamos EL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO (G\A\D\U\), como el principio espiritual que dirige sus trabajos y cuya “influencia” es transmitida en la iniciación al profano.

Esta construcción simbólica pero real, es tanto interior como exterior. Interior, en cuanto a que el masón mismo es un templo, en el que se manifiesta el espíritu y debe cultivar, y exterior, en cuanto se convierte en una piedra bruta la cual debe ser pulida justo desde el momento de la iniciación, a través de la educación masónica. Cabe destacar que normalmente todo proceso educativo, hace mayor énfasis en lo negativo que en lo positivo, lo cual es totalmente lo contrario de lo que queremos hacer. Es decir, el aprendizaje en base al NO es ya de por sí, NEGATIVO, mientras que si nos basamos en el aprendizaje basado en el SI, o sea en todo lo POSITIVO, cambia drásticamente el proceso y los resultados. Bajo este último esquema, es que conceptualizamos el cambio de defectos en virtudes y lo inmoral en moralidad.

Pese a que la Orden es fundamentalmente iniciática, no se deben perder ni dejar de lado, los conceptos de virtud y moral que tanto énfasis se hacen en el proceso del Ritual de la Iniciación. 

Simbólicamente, el hecho de participar en esta gran Obra, es convertirse en un Obrero de sí mismo, con las herramientas que también de manera simbólica se le otorgan al momento de iniciarse el profano, como lo son el martillo (mallete) y el cincel..

Para ser obrero activo en esta construcción, se requiere un aprendizaje del oficio, lo que incluye el manejo de las herramientas dadas y el conocimiento de las reglas que rigen la edificación. Este aprendizaje constituye la base del trabajo interior y supone un verdadero esfuerzo metódico para alcanzar los objetivos planteados, y más particularmente cuando lo son de orden espiritual, que conllevan al Conocimiento del ser UNO.

El catecismo del Aprendiz define claramente en que consiste su trabajo, que no es sino “desbastar la Piedra Bruta, a fin de despojarla de sus asperezas y acercarla a una forma en consonancia con su destino.”

Esa Piedra Bruta es el sustrato del Aprendiz, donde debe trabajar, con las herramientas que le han dado, o sea su propio ser. Es fundamental recalcar que “conocimiento” no es “sabiduría” tal como lo definen los diccionarios, ya que la Sabiduría como tal, es el conocimiento de la esencia de las cosas, es mucho más profundo que el conocimiento raso, es el estar “despierto” a todo, viendo más allá de lo que percibimos a través de nuestros sentidos. Esto trae un axioma asociado, que dice: “todo lo manifestado tiene un lado oculto”.

La piedra bruta es el estado primordial del iniciado, pero de nada le sirven sus herramientas si no las sabe utilizar. El lado izquierdo del cuerpo es el lado “sentimental” mientras que el lado derecho es el de la “razón”, la voluntad propiamente dicha. Lo anterior nos lleva entonces a tomar el cincel con la mano izquierda y el martillo o mallete con la derecha para que una vez colocado en su sitio el cincel reciba el golpe de la razón y pueda realmente ese golpe ejercer la acción deseada sobre esa piedra bruta y desbastar lo que se quiere sin pasar a los extremos o infringir heridas. O sea el discernimiento de la idea o pensamiento y la ejecutoria por la vía de la voluntad.

Ese es el HOMBRE MINERAL, el hombre transformado en una piedra bruta, que debe ser tallada de la mejor manera posible y para ello es fundamental también estar consciente que el mejor maestro de una persona, es él mismo. Nadie se conoce mejor que la persona misma y conoce sus limitaciones. Es necesario hacerse siempre las preguntas de rigor: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿Y para adónde voy?

Como respuesta a estas tres preguntas claves que debe hacerse todo ser humano, tenemos los aspectos espirituales y materiales que las definen, ya que el hombre como género, es una cosa y como individuo es otra. El proceso de la “creación” es un proceso paralelo y diferenciado entre la del universo o macrocosmos y la del individuo o microcosmos. Las dos son creaciones, basadas en los minerales, en el azufre primordial y la sal coloidal que dan paso al mercurio sustancial, desde el punto de vista alquímico.

El hombre que santifica su voluntad se diviniza y participa de la poderosa realización de la Gran Obra. El sabio estudia hasta su último día y el santo se corrige sin la complacencia de la santidad. El trabajo del Aprendiz no cesa nunca, pasen los años de los años y los grados de los grados, ya que la perfección es inalcanzable. Quien se imagina perfecto es víctima de sus propias ilusiones, ya que una vez satisfecho de sí mismo, pierde la conciencia de sus taras defectos.

Hay que recalcar que dado que todo hombre existe como tal, la iniciación es un proceso “transformador” y no “creador” y para ello la descomposición de la materia y la sustanciación del espíritu, son los pasos previos al conocimiento de sí mismo y que se traducirá posteriormente en la sabiduría.

De allí que debemos pasar a través de tres vías: la vía purgativa, la vía unitiva y la vía iluminativa. La primera de ellas, hace referencia precisamente a los conocimientos adquiridos en el primer grado de aprendiz, empezando con el despojo de los metales, el purgar el alma y el espíritu, quedarse en su propia naturaleza para luego sí ser UNO en la vía unitiva, que dará como fruto la iluminación de la Maestría. Maestría NO como grado masónico, sino como maestros de nosotros mismos. La sabiduría del maestro es totalmente subjetiva, y actúa en su propio ser interior, transmutando los metales del plomo vulgar al oro iniciático.


René A. Thomas R.
M.´.M.´.Resp.´. Logia “Sol de Curpa “ N°112.
Or.´. Acarigua – Portuguesa,VENEZUELA


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