“Aquí estoy, sentado al sol en la trinchera de
nuestro cuartel general. La lluvia que hemos tenido sin parar durante dos días
ya ha cesado y ahora el mundo debería parecer la gloria”, escribió un día de
principios de septiembre de 1914 el capitán C. J. Paterson, del regimiento
británico de infantería South Wales Borderers, durante un alto en la primera
confrontación del Marne. “La batalla se ha parado aquí por un momento, aunque
se pueden oír en la distancia los disparos del segundo cuerpo del ejército inglés
y la batalla en general. Como digo, todo debería ser hermoso y pacífico y
bonito. Pero en realidad es imposible describirlo”, añade el texto.
“Trincheras, pedazos de equipamiento, ropa
(seguramente con manchas de sangre), munición, herramientas, sombreros, etc.,
etc., por todas partes. Pobres desgraciados yaciendo muertos por todas partes.
Algunos son de los nuestros, otros son de la Primera Brigada de Guardias que
pasaron por aquí antes que nosotros, y muchos son alemanes”, relata.
“Todos los setos están rotos y pisoteados, toda
la hierba está pisoteada de barro, agujeros allí donde han estallado los
proyectiles, ramas separadas de su tronco por las explosiones. En todas partes
las mismas señales terribles, sombrías y despiadadas de la batalla y de la
guerra. Ya tengo el estómago lleno de todo eso”, concluye. Paterson moriría a
las pocas semanas de escribir ese testimonio, el 1 de noviembre de 1914.
Su relato es uno entre cientos de miles que se
pueden consultar desde cualquier punto del planeta a través de la página web de
los Archivos Nacionales
británicos. No son en sí mismos una primicia: estaban desde hace más de 50
años a disposición del público y de los historiadores en el Imperial War Museum de Londres.
La novedad es que ahora, con la ayuda durante meses de un puñado de
voluntarios, los Archivos Nacionales han escaneado y
colgado en la Red 300.000 páginas de documentos como ese, que suponen solo
una quinta parte del material disponible y que van a ir poniéndose a
disposición de los internautas en los próximos meses. La meta es que a final de
año estén digitalizadas la totalidad de los 1,5 millones de páginas que
conforman el fondo documental.
Colgar esos cientos de miles de documentos en
Internet forma parte de las conmemoraciones por el centenario de la
I Guerra Mundial, que en Reino Unido tienen una especial importancia.
Los archivos colgados no son cartas de los
reclutas a sus familias o sus amigos. Son los relatos de los oficiales en el
campo de batalla, “a veces fascinantes, a veces horripilantes”, los diarios de
la guerra en el frente occidental, en Francia y Bélgica. El retrato del día a
día de una guerra que se pensaba que iba a ser corta y definitiva y que fue
larga, cruel y transitoria: tan solo el pórtico de la II Guerra Mundial. Una
guerra en la que murieron 16 millones de personas y otros 20 millones
resultaron heridas. Quizás la última guerra de soldados, la última gran guerra
de trincheras y bayonetas caladas en Europa. Luego llegaría la aviación, las
bombas teledirigidas, los misiles, los drones. Y con el avance de la técnica,
las víctimas colaterales: los civiles muertos por error o como escudos humanos.
Los archivos están a disposición del planeta.
Basta con ser capaz de superar el entramado de registros, tutoriales y
aprendizajes varios que conforman el alma de los Archivos Nacionales británicos
y disponer además de una conexión de banda ancha para navegar por los archivos.
Pero su consulta no es gratuita: aunque la página web de los archivos no
menciona cantidades y solo explica que el acceso a alguno de los documentos
puede ser de pago, los medios británicos afirman que cuesta en torno a cuatro
euros consultar un solo documento. Aunque se entiende que cada archivo tiene una
media de 150 páginas.
En esta primera entrega se han colgado un total
de 1.944 documentos digitalizados que cubren desde los primeros días de la
guerra, como la primera batalla del Marne en la que el capitán Paterson
describía el horror de la guerra de trincheras, hasta el final de la
confrontación en junio de 1919. No todo son trágicos relatos de sangre, barro y
muerte. Hay también detalles de encuentros deportivos y hasta de cenas de
despedida al final de la guerra.
En opinión de William Spencer, escritor y
especialista en documentos militares de los Archivos Nacionales, colgar esos
diarios en Internet “permite a gente de todo el mundo descubrir por sí mismos
las actividades diarias, historias y batallas de cada unidad”. Se trata,
sostiene, de “un gran avance” tanto en la forma de distribuir información como
en la manera de entenderla. “Es interesante porque es una forma de humanizar
algo que es en sí mismo inhumano”, sostiene.
Spencer ha explicado que los documentos, que en
muchos casos llevaban 45 años metidos en sus cajas, han sido digitalizados con
la ayuda de 25 voluntarios que han trabajado de forma gratuita durante meses.
Ahora, los Archivos
Nacionales han lanzado un llamamiento buscando voluntarios para leer esos
cientos de miles de páginas y rastrear e introducir las etiquetas, los tags que
permitirán a millones de personas realizar búsquedas más precisas entre cientos
de miles de páginas y desmenuzar de verdad cómo esos oficiales vieron y
describieron la I Guerra Mundial. “Operación Diario de Guerra: ¡Tu país te
necesita!”, proclama el blog de los archivos. “El objetivo es abrir la
información que ahora mismo está encerrada en los diarios de guerra y estamos
buscando voluntarios que quieran etiquetar cualquier dato que encuentren, desde
una persona a un lugar o una actividad”, proclaman.
“No necesitas saber nada sobre los diarios para
poder participar aunque si eres bueno leyendo textos escritos a mano puede ser
una ventaja”, ironiza el llamamiento de los Archivos, que han puesto en la web
un tutorial de 10 minutos explicando paso a paso a los posibles voluntarios qué
tendrían que hacer y cómo. El objetivo no es otro que crear una herramienta
para que público, historiadores y familiares de los soldados que participaron
en aquella guerra puedan saber qué pasó, día a día, en el frente occidental.
http://cultura.elpais.com/
Adaptación
José Rafael Otazo M.
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Profesor Universitario.
Miembro de la Ilustre Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Miembro de la Digna Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Investigador en la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica.
Director de la Publicación Internacional, "Ni vestido ni desnudo"
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