Debo a mi Q.·. H.·. John Dee la lectura de un texto
que me era totalmente desconocido. El mismo se encuentra inserto en una
publicación periódica del Centro de Estudios de Filosofía Clásica de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Nacional
de Cuyo y lleva el nombre de “Opúsculo Filosófico”. El número en cuestión está
dedicado a Francisco García Bazán y expone en sus páginas un ensayo del mismo
bajo el título “El Significado Aritmológica de la Tríada y sus Proyecciones
Filosófico-Religiosas”. En la página 19 reproduce un texto de Jámblico tomado
de “Sobre lo que es común a la ciencia matemática” que transcribo a
continuación:
“La matemática de los pitagóricos no es
la matemática que comúnmente se practica. Esta última, en efecto, es sobre todo
técnica (tekhniké) y no tiende a lo Bello y al Bien, en tanto que la de los
pitagóricos es exquisitamente contemplativa (theoretiké) y orienta todos sus
teoremas hacia un fin último, y hace de modo que todos sus razonamientos se
unan estrechamente a lo Bello y al Bien, y se sirve de razonamientos que son
capaces de elevar hacia el ser. Movida por tal impulso, se divide
convenientemente en sí misma: algunas de sus teorías se adaptan a la teología,
y pueden compartir el orden y las medidas de los dioses y son éstas las que
asigna a tal parte de la filosofía; otras, en cambio, pertenecen a la
investigación del ser, para captarlo, medirse con él y convertirse en él, y es
precisamente a esta parte de la filosofía que la matemática asigna este segundo
grupo de teoremas. Tampoco escapa a la matemática el que algunas de sus
enseñanzas ayuden científicamente (epistemonikós) a dar precisión al discurso,
enseñando a operar silogísticamente, a demostrar y definir correctamente, refutando
la falsedad y distinguiendo lo verdadero de lo falso. Tampoco ignora la
equilibrada armonía de la investigación física, cómo ella se constituya, cuál
sea su utilidad, cómo llene los vacíos de la naturaleza y cómo use la prueba en
todo esto. Desciende, además, a la vida política y descubre la ordenación de
las costumbres y la corrección del estilo de vida y las definiciones
matemáticas que son propias de la vida privada y de la pública, y se sirve de
estas definiciones como conviene para llevar estas vidas a su mejor estado,
para corregirlas y procurarles una educación óptima y la debida moderación
(eumetrían), protección de la ordinariez, adquisición de la rectitud y, en
general, actuando así, es de ayuda, en su conjunto, a cada una de ellas en particular.
Y pasando después a los bienes naturales y a los beneficios de las técnicas,
descubriendo algunos e introduciendo otros como accesorios y colaborando a
obtenerlos como un agregado, y prestando sus obras por sí sola o transfiriendo
parte de ellas en algunas otras, lleva a completitud la vida humana, de manera
que sea autónoma en sí misma y no esté falta de ninguna de aquellas cosas que
necesita.”
El masón atento percibirá en el texto cuestiones que
no le son ajenas en absoluto. Que el Arte Real esté imbuido de concepciones
pitagóricas no le será tan ajeno como el hecho mismo de su alcance respecto precisamente
de las matemáticas conforme a este particular y feliz texto, cuya posible
relación es mayormente desconocida. Intentaremos entonces escudriñar esas
posibles relaciones a fin de vislumbrar qué tan grande puede ser esa influencia
pitagórica en masonería en general.
Como dice el texto en su comienzo, no estamos hablando
de una matemática común, sino de una “exquisitamente contemplativa” en donde todos
sus teoremas están orientados hacia lo Bello y al Bien para elevar hacia el
ser. Esta visión teorética pasa generalmente desapercibida a los hermanos en
masonería y conviene explicitarla para dimensionar a las matemáticas dentro de
las Artes Liberales que son tan caras a la Orden. Digámoslo de nuevo: No
estamos frente a una técnica, es decir destinada a la mera factoría de cosas externas
mediante reglas precisas. Conviene detenerse en este tópico pues, conforme a la
filosofía clásica, este tipo de quehaceres quedaban englobados en la expresión
“arte”, por lo que si la masonería constituye un Arte Real habrá pues que
conservar esta distinción para evaluar el alcance de dicha expresión, desde un
punto exegético. Tampoco nos encontramos frente a una materia práctica, desde
que la praxis se encuentra exactamente en las antípodas de cualquier actividad
especulativa. Esta última aprovecha y compromete únicamente la parte
intelectiva del hombre, en tanto que la praxis apunta al obrar del hombre (no
solamente al hacer, como en la técnica), y por lo tanto involucra su libertad y
lo define como un sujeto moral. Es así que nos encontramos la matemática como
una virtud contemplativa que agota su objeto de alcanzar intelectivamente lo
que es Bello y Bueno solamente aprendiéndolo conforme su particular método.
En este particular método tiene, como es evidente, un
papel crucial la visión (si se me permite cierta redundancia). Propiamente la
etimología de las palabras “teoría”, “teorema”, etc., derivan del verbo “theoreo”,
verbo que en griego designa al que contempla, mira, observa y ve. Entiendo que
por una particular analogía se haya relacionado la partícula “Theo” a Dios (sin
justificación etimológica) y se haya asociado el símbolo del ojo con la
divinidad, en menoscabo del método teorético que descansa en la contemplación a
partir de los sentidos, y dentro de éstos y con particular relevancia la
visión.
Detengámonos sólo un instante en un par de
consecuencias masónicas de este dato etimológico. Por un lado, la que nos viene
a la mente de un modo más directo es aquella de índole histórica y vinculada a
los controvertidos “Landmarks” andersonianos, particularmente aquel deber del
maestro que le impedía recibir a un aprendiz que presentara defectos físicos.
Tanto en su versión de 1723 y la más radical de 1738, las Constituciones de
Anderson parecen ser claras en la imposibilidad de admitir aprendices que
padezcan incapacidades físicas que le impidan ejercer el Arte. Es dable suponer
que aquellas incapacidades sensoriales, tales como la vista, hayan sido, en el
incipiente S. XVIII, vallas insalvables para el desarrollo de las virtudes
teoréticas. No obstante, una correcta exégesis de los textos andersonianos
parece indicar que tal landmark prohibitivo tiene una clara direccionalidad
teorética antes que práctica. El progreso científico y ético de las sociedades
masónicas ha llevado estos landmarks a su mínima expresión atendiendo el fin
específico de la institución, en donde se privilegia la intelección por sobre
las disminuciones físicas particulares. Así es dable comprobar que HH.·. con
sus facultades visuales disminuidas o extintas pueden aprehender el Arte de un
modo notable, a pesar de sus limitaciones físicas y muy a pesar de los cultores
de la literalidad sin exégesis.
Otro aspecto interesante tiene que ver con el mentado
silencio del aprendiz. Por su ubicación, está llamado a privilegiar su sentido
visual por sobre su oralidad. Otra vez la etimología de la teorética viene a
cuento para fundar esta virtud que es tan difícil de dimensionar a los recién
ingresados en las logias masónicas. No se debe olvidar que tanto “Teorética”,
“Teoría”, “Teatro”, etc., comparten la misma raíz visual y por tanto no es
difícil vincular el silencio del aprendiz con el que guardan los espectadores
de una obra teatral en su oscuro patio de butacas. Quien quiera tener una
aproximación a la importancia teorética del Teatro en el Renacimiento (de la
cual la masonería moderna es una concreción tardía y eficaz) no tiene más que
acercar su curiosidad a la obra de Frances Yates: “Teatro del Mundo”. Esta sola
obra merecería un análisis vinculado al tema que desarrollamos que excedería en
mucho nuestra modesta capacidad de
reseña, análisis y aporte. Pero confío en que el masón rectamente curioso navegará
por esa obra para darle la justa impronta a la Orden y que ésta merece conforme su objeto,
historia y tradiciones.
Una última cuestión vinculada a la nota teorética de
las matemáticas, según este notable texto de Jámblico es que tienen un fin
último. Esta causa final no es otra que lo Bello y el Bien, a quien el autor
parece ubicar en un plano de igualdad y unidad; quizá porque el Bien en su
aspecto contemplativo se reduce al estudio de aquellas proporciones que fundan la Belleza y en este sentido
se justifique esta igualdad en vista a una especificidad especulativa. Esta
centralidad de la Belleza
no es ajena a las tradiciones masónicas, pues muchas interpretaciones
artísticas de su ritualidad, propias del escocismo antiguo y aceptado, así lo
grafican.
La nota especulativa, en relación con la contemplación
teorética, merecería un análisis más arduo. Baste decir que aquel texto paulino
que reza: videmus nunc per speculum in aenigmate: tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco ex parte: tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum (Pablo, Corintios I; 13,12) no es ajeno ni a la denominada masonería especulativa (cuya adjetivación debería ahondar en estos tópicos además de hacerlo en teorías hoy vastamente criticadas y vulgarmente difundidas) como a ciertas cuestiones propias del gnosticimos, la cábala y el hermetismo que, aun controversiales, han dejado su impronta en la orden de los francmasones y que justificarían de por sí sendos estudios que exceden los modestos propósitos de esta entrada de blog, pero que merecen ser tenidos muy en cuenta.
No nos hemos movido, en esta primera entrega sobre el
texto de Jámblico, de la conceptualización teorética que caracteriza a las
matemáticas y poco hemos dicho de las matemáticas en sí. No obstante queríamos
detenernos en estas notas sin las cuales resulta imposible abordar el tema sin
una justa dimensión de lo que la esencia francmasónica aborda como tal. Quizá
un tratamiento banalizado de esta temática, sumado a cierto y extendido
entusiasmo diletante de muchos masones entusiastas pero no habituados a indagar
en la génesis historica e ideológica de la
Institución, olvidan esta direccionalidad pitagórica o, si
son conscientes de ello, olvidan cómo es posible que las matemáticas puedan
alcanzarla. Sin esta direccionalidad, ciertos aspectos cruciales de la
enseñanzas masónicas quedan supeditadas a cuestiones accesorias que terminan
conformando un pretendido enciclopedismo de dudoso rigor y un diletantismo
peligroso que a la postre concluye desacreditando una de las naves más gloriosas
de la tradición neoplatónica renacentista.
Dejamos para una segunda entrega la vinculación de
esta visión sobre las matemáticas con la Teología, la política, la moral, etc., conforme
lo especifica el texto en cuestión. No dudamos de que este análisis nos
devolverá a la memoria notas fundamentales a partir de las cuales hacer una
relectura de la filosofía de la Orden.
Porque, después de todo, quizá Bacon recordara a Platón y al
Rey Salomón con acierto:
Astor Piazzolla - Oblivion
Fuente; http://aurelianoenhibernia.blogspot.com/
Es muy grande la deuda de la francmasonería con las enseñanzas de Pitágoras. Ese libro de Jámblico contiene reflexiones profundas... por cierto muy originales. Hay un libro del año 2002 escrito por el Q:.H:. Marco Antonio Gómez Pérez del Grupo Editorial Tomo de México que hace una apretada síntesis de un cúmulo de enseñanzas Pitagóricas que merece mención por su especial vinculación con la Francmasonería.
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