Por: Ivan Herrera Michel
En
la edad media, un Taller era un elemento productivo y pedagógico, práctico y
teórico, que constituía de manera reglamentada la célula básica de un
gremio. Para esa época, los Talleres
poseían un dueño que recibía el título de Maestro, el cual tenía bajo su
responsabilidad, en disposición jerárquica laboral descendente, los oficiales o
compañeros y los aprendices.
No
necesariamente era el lugar en donde se realizaba la labor artesanal. El término podía referirse además (o
solamente) al sitio de reunión o a la unidad económica.
En la terminología Masónica se denomina Taller o Logia, a
la unidad primordial de la Masonería. Es
decir, al mismo tiempo, designa a un grupo de Masones trabajando
mancomunadamente o al sitio en que se reúnen.
Un conjunto de Talleres conforman una Obediencia Masónica
(Gran Logia, Gran Oriente, Federación, Gran Priorato, Asociación, Etc.), aunque
algunos de ellos prefieren trabajar de manera independiente, o, para decirlo en
el lenguaje Masónico, “Bajo la Bóveda Celeste”. Estas Obediencias, aunque son en teoría autocéfalas,
suelen agruparse en asociaciones de variado espectro ideológico, con diferentes
clases de delegación de la soberanía.
En la Masonería una Logia representa una pequeña parte de
una realidad atemporal mucho más grande que excede las tres dimensiones espaciales. A raíz de este fenómeno, la Iniciación Masónica
preside una serie consecutiva de percepciones y la cognición plena de los
encuentros de nuestro universo vital con el de los demás. Una Logia figura la realidad, a la vez que es el
preámbulo de esa realidad
En un Taller Masónico sus participantes se sirven de la
realidad para crear, en la ficción, una reflexión sobre la misma. Y aunque tengan distintas versiones de ella,
en el trabajo comunitario perciben un mundo más complejo, completo y refinado. En una Logia, cada Masón o Masona puede
decidir por sí mismo la clase de persona que desea y puede ser. O que rol quiere desempeñar en la vida. Igual que todo el mundo.
Pero con la diferencia de que emplea para la decisión una
perspectiva simbólica constructiva. Que
en la Masonería está formada por eso que Charles Porset definió como una “voluminosa oferta acumulada a través del
tiempo”.
En el Taller, los Masones y las Masonas están llamados a
habitar entre la tradición y lo contemporáneo, entre el pasado y el futuro, entre
lo racional y lo intuitivo, entre lo que recordamos y lo que imaginamos, entre
lo que viene de vuelta de los grandes relatos y lo que está descubriendo un escenario
expectante, entre lo personal y lo social, entre lo pensado y lo actuado. Es a la vez un éxodo y un adviento, en el que
la cuestión de la construcción brota de la especulación y la voluntad de cada
quien.
En el Taller, el Masón y la Masona pueden abrirse a una
clase de racionalidad no centrada
en si misma que emana de su propia esencia, y
se proyecta a lo comunitario y trascendente, buscando en la especulación una
razón de ser para el presente. Puede
hacer uso de su capacidad metafórica.
Mezclar multidisciplinariamente estados funcionales diferentes.
Por eso, siempre se ha enseñado que las dimensiones de una
Logia son: de este a oeste, de norte a sur y del cielo al centro de la tierra.
O sea, que todo lo abarca. Que nada le es ajeno.
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