“La Franc-masonería, elemento activo de generación de Sociedad Civil”.
Mis Hermanos y Hermanas, amigos y amigas:
Es con gran satisfacción que hoy estamos presentando estas conferencias. No solo por la calidad de los disertantes que nos acompañan, y que nos brindarán en un momento más sus conocimientos, que seguramente nos nutrirán abundantemente. Sino también porque al tratar este tema estamos también colocándonos en uno de los sitios más sensibles de la franc-masonería.
Y, justamente es sensible porque estamos en el corazón de un sentimiento que es de los más arraigados entre los francmasones, que es el amor a la humanidad y el deseo de remediar sus problemas con un criterio de justicia, y que impulsa a sus miembros a llevar a la práctica en la sociedad nuestros ideales, valores y principios.
La tradición masónica está impregnada de espíritu humanista, y ha colocado históricamente, y en particular desde el Siglo de las Luces en adelante, al ser humano en el centro de su reflexión. Su lema histórico ha sido el de Libertad, Igualdad y Fraternidad, entonces no podía no tener un pensamiento y una práctica centrada en la solidaridad.
En momentos en que la sociedad se destaca por un creciente encerramiento de la gente en sus vidas privadas y en una escalonada indiferencia sobre la suerte de los demás, cuando incluso para algunos de entre nosotros franc-masones, la tentación es grande de encerrarnos dentro de nuestra Institución sin comprometernos firmemente con la idea de llevar a la sociedad nuestras ideas, aparece entonces como vital el rescatar estos valores tradicionales, pues, seguramente, es sobre ellos que podremos construir un futuro con algo de humanismo.
Y rescatar este aspecto es tanto más necesario, cuando hoy vemos el desarrollo de una solidaridad manipulada por el marketing en los medios de comunicación de masas, esencialmente la televisión, en aplicación de la novísima estrategia de “responsabilidad social empresaria” aplicada por las corporaciones, cuyo objetivo no tiene nada que ver con la solidaridad sino con una refinada estrategia comercial que recurre a la emotividad masiva 2
para acrecentar ventas o mantener partes del mercado, en el mejor de los casos. Por ello, recordar estos principios de solidaridad interpersonal y anónimos significa para nosotros mantener encendida esa chispa de resistencia ética en un mundo caracterizado cada vez más por su falta de sentido y significación.
Vale la pena, entonces, para comprender mejor este aspecto, recurrir a nuestros antecedentes históricos.
Ya en el año 926 de nuestra era, la Constitución llamada de York de la antigua fraternidad masónica operativa, decía: “Estad siempre presto a auxiliar a los otros a quienes os unen lazos de una verdadera amistad, sin que para ello sirva jamás de obstáculo la diferencia de religión o de opinión. Debéis ser fieles, principalmente los unos respecto de los otros … y ayudaros mutuamente … y proceded como queráis que procedan con vosotros”
La Constitución de los masones de Estrasburgo de 1459, insiste en este tema: “… si alguno tiene problemas … todos deberán, ya sean maestros o compañeros, darle dinero para aliviarle … puesto que así lo establece el juramento de la fraternidad. Si un maestro o compañero de la fraternidad … se encuentra afligido por una prolongada enfermedad y necesita dinero o comida, el maestro que esté a cargo de la caja deberá prestarle alivio y asistencia ...”
Las Constituciones de Anderson - primer reglamento normatizador de la masonería moderna creada en Londres en 1717 - publicado en 1723, decía en su artículo 1ª. “ … la Masonería se convertirá en un centro de unidad y es el medio de establecer relaciones amistosas entre gentes que, fuera de ella, hubieran permanecido separados entre sí”.
Esta pequeña muestra que cubre un período de 8 siglos nos indica que, aun en un mundo segmentado bajo un férreo control religioso dogmático, gentes vinculadas al oficio de la construcción pusieron las bases de un sentimiento noble de fraternidad, amistad y solidaridad con sus semejantes, del que somos – en otros contextos históricos – herederos legítimos. Y no debemos perder de vista, para lo que son las conferencias de hoy, que estos masones conformaban asociaciones, las “guildas”, proto-organizaciones de oficios, que prefiguraban a las asociaciones cooperativas y sindicales que aparecieron más tarde en el siglo XIX principalmente.
Sabemos la importancia que nuestros Hermanos y Hermanas franceses jugaron en los eventos revolucionarios de 1789, así como en la redacción de sus documentos, en particular la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En su segunda versión de 1793, se declaran por primera 3
vez los derechos sociales de dos maneras: primero exponiendo en su artículo 1º que “La finalidad de la sociedad es el bienestar común”, y luego, en su artículo 21º señalando que “La asistencia social es una deuda sagrada. La sociedad debe asegurar la subsistencia de los ciudadanos desprotegidos, ya sea procurándoles un trabajo, ya sea asegurando los medios de existencia a los que no estén en condiciones de trabajar”.
En ese mismo período revolucionario, en 1796, en Francia, nuestro Hermano Thomas Paine (el mismo cuyas ideas tuvieron tanta influencia en la revolución norteamericana y en nuestra revolución artiguista), en una propuesta elevada al Directorio revolucionario francés, propone una pensión universal para los mayores de 50 años, antecedente de las actuales asignaciones sociales, jubilaciones o pensiones.
A partir de estos antecedentes, la traducción de los ideales masónicos en materia de solidaridad social, no hizo sino extenderse, ampliarse y aplicarse allí donde se pudiera, ayudando a configurar lo que hoy llamamos Derechos Sociales. En las luchas por impulsar los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, los masones, junto a otros no masones pero de idénticos ideales, han dejado hasta sus vidas por impulsar la emancipación humana y la conquista de los derechos humanos, como en la Comuna de Paris, la España Republicana, o las luchas independentistas latinoamericanas.
La constante es que allí donde los francmasones actuaron, siempre persiguieron un afán de justicia.
Pero, también podemos señalar que bajo el impulso de esos mismos valores, asimismo prosperó la organización social, y principalmente aquella con fines solidarios, culturales y educativos. La Francmasonería fue una verdadera impulsadora de la sociedad civil.
Para comprender esto, hay que remontarse al siglo XVII, al menos. En esa época lo único existente era una sociedad estamental, con la nobleza, el clero, los artesanos y los siervos atados a la tierra. No existía la sociedad civil tal como la conocemos ahora: no había organizaciones sociales ni partidos políticos, y obviamente, tampoco podían decir gran cosa respecto a los temas de gobierno. Cada estamento vivía encerrado en su universo, donde la movilidad era muy difícil.
Sin embargo había dos tipos de instituciones muy presentes, que formaban cada una de ellas una extensa red. La Iglesia, por un lado, que llevaba su control social y moral, incluso político, hasta los más lejanos rincones; y por otro los gremios de artesanos, y aquí tenemos una notable presencia de los masones libres. Estos no estaban atados a la tierra, y, como eran necesarios 4
en las construcciones de catedrales, fortificaciones e infraestructura, y obras de arte, recibieron privilegios como el de libre circulación por los señoríos y feudos sin pagar impuestos, es decir, fueron “franqueados”, de ahí también que sean conocidos como francmasones, es decir, albañiles libres. Esta movilidad y el encuentro de miles de obreros en las grandes obras de la época, fue permitiendo la existencia de una inmensa red que cubrió buena parte del continente europeo, con características muy distintivas, donde predominaba la fraternidad del oficio, más allá de nacionalidades, etnias e idiomas, que fue generando un pensamiento universalista muy potente.
Cuando hacia fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII estas asociaciones del oficio empiezan su declive con la aparición de las fronteras en los nuevos Estados Nacionales que impedían su movilidad, y el decaimiento del arte gótico, las asociaciones masónicas del oficio fueron siendo reemplazadas por gente que no era del oficio, burgueses, clérigos, profesionales liberales, algunos nobles, etc. que fueron adhiriendo a esos valores latentes, y, desde esos contactos y vivencias, empezaron a percibir la importancia de las asociaciones de este tipo para fomentar el progreso de la sociedad.
Sin lugar a dudas, los primeros en entender este aspecto crucial de la modernidad fueron los hombres de ciencia de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, entidad aun existente. Esta, que reunió la inteligencia británica de la época, tuvo su primera reunión el 28 de noviembre de 1660, y entre los asistentes encontramos al menos dos francmasones: un masón que no provenía del oficio, Robert Moray, que llegó a presidirla en 1661. Y el científico y arquitecto Christopher Wren, el último Gran Maestro de la masonería del oficio inglesa, quién diseñara la famosa Catedral de Saint Paul de Londres. Y, en sus orígenes también encontramos a otro importante masón aceptado, es decir, que no era del oficio, quién fue Elias Ashmole, creador de los primeros rituales de la masonería. Pero es sobre todo bajo la presidencia de Isaac Newton que se le da un fuerte impulso a la francmasonería, creando la Gran logia de Londres en 1717 – pronto se harán los 300 años – cuyo tercer Gran Maestro fue Jean Theophile Desaguliers, el secretario de la Real Sociedad bajo la presidencia de Newton y redactor, junto a James Anderson de los primeros estatutos masónicos modernos, conocidos como las “Constituciones de Anderson”.
Y aquí tenemos que señalar algo que me parece bien importante para entender el porqué la masonería ha potenciado el rol asociativo, siendo ella misma una asociación con siglos de existencia.
La masonería actual hereda de la vieja masonería del oficio un sistema que le ha permitido conservar su fortaleza. Se trata de la existencia en ella de 5
una doble estructura: una de trabajo, fundamentada en la relación tiempo/conocimiento. Esto implica que un masón debe pasar un período de tiempo más o menos largo de aprendizaje antes de considerar básicamente completados sus conocimientos. Por ello la formación masónica se realiza en grados, y se considera que un masón tiene los plenos derechos solo cuando llega al grado de Maestro, es decir, cuando tiene ya todos los conocimientos básicos de la masonería. Y, cuando se es Maestro, se practican todos los oficios en pie de absoluta igualdad y rotando periódicamente por los mismos: me refiero a su presidente, el Venerable Maestro, a los vicepresidentes, el 1er. y 2° Vigilantes, al fiscal, el Orador, al Secretario, al encargado de la solidaridad, el Hospitalario, etc. que son cargos electos por los miembros de la logia.
La otra estructura es la comunitaria, basada en la fraternidad, donde la comunidad masónica se constituye en una verdadera familia. De ahí que nos llamemos Hermanos o Hermanas, los unos a los otros. Es este doble eje constitutivo de la Logia masónica, lo que ha permitido su longevidad, pues de esa forma ella es capaz de desarrollar resiliencia, es decir, una interacción eficaz que hace que independientemente de los avatares de una organización, conserve siempre vivo su factor de identidad. Y esto es particularmente fuerte entre los masones que tienen más tiempo en masonería. Por ello también, muchas veces se dice que los masones más viejos están en la base de la perdurabilidad de la orden masónica como una entidad social y cultural de fuerte raigambre capaz de construir una verdadera urdimbre cultural identitaria.
Es interesante al respecto esta opinión del conocido investigador Henry Pirenne en su “Historia Económica y Social de la Edad Media”:
“Entre todos estos hombres de igual profesión, igual fortuna e iguales anhelos, se crearon estrechos lazos de camaradería o, para emplear la expresión que aparece en los documentos de la época, de fraternidad. Se organizó en cada oficio una asociación benéfica: cofradía, charité, etc. Los cofrades se ayudaban los unos a los otros, se encargaban del sustento de las viudas y de los huérfanos de sus camaradas, asistían de forma conjunta a los funerales por los miembros de su grupo, participaban, codo con codo, en las mismas ceremonias religiosas y en las mismas celebraciones. La unidad en los sentimientos correspondía con una igualdad económica. Constituía su garantía espiritual, a la vez que reflejaba la armonía existente …”.
Por ello, el masón, siempre se ha iniciado, tanto en la época operativa del oficio como después, identificándose con unas herramientas y una operación: el Aprendiz masón desbasta su piedra bruta con el mazo y el cincel. Y, al identificarse de esa manera, puede, en un proceso que solo se 6
da en la durabilidad, en el tiempo, asociar las consecuencias de esa identificación con las consecuencias sociales.
Entonces, a partir de comprender esta peculiaridad, es que estamos en condiciones de entender los principios generales de una asociación masónica. Ellos no vienen desde unas buenas intenciones, sino que vienen de la identificación intrínseca expresada por ese doble eje enunciado por la resultante del trabajo y por la vida comunitaria.
Michel Maffesoli es un conocido sociólogo y filósofo francés, profesor de la Sorbona, que ocupa nada más ni nada menos que la cátedra Emile Durkheim en dicha casa de estudios. Este académico de reputación mundial, quien popularizara el concepto de “tribu” a partir de su libro “El Tiempo de las Tribus”, es también un hombre que frecuenta asiduamente las logias masónicas. Al respecto de la masonería señalaba: “Una de las especificidades de la sociabilidad masónica, descansa sobre esta vieja estructura antropológica que es la ayuda mutua, el ideal comunitario, lo que se puede nombrar a través de un viejo término medioeval, el ‘affrérement’”. Esto es muy interesante, pues el “affrérement” era una especie de documento de hermanamiento firmado entre dos personas, rubricado ante una autoridad legal y con testigos. Y no dejo de observar su similitud con la promesa que firmamos los masones cuando ingresamos a nuestra Institución donde se señala justamente entre otras cosas que “prometo amar a mis Hermanos y Hermanas y poner en práctica, en toda circunstancia, la gran ley de la solidaridad humana que es la doctrina moral de la Francmasonería. Practicaré la ayuda hacia los débiles, la Justicia hacia todos, la devoción hacia mi familia y hacia la humanidad, y la dignidad hacia mí mismo”.
Finalmente agrega Maffesoli: “Me parece que la franc-masonería ha sido la depositaria de esas ‘comunidades de afecto’ que, en el largo tiempo, asegura la perdurabilidad del lazo societal. Aquí está, tal vez, el verdadero secreto masónico”.Y concluye, diciendo que “la francmasonería de una manera mucho más esencial, expresa como paroxismo el deseo de solidaridad, la preocupación por la generosidad, las cuales, como un hilo rojo, constituyen la perdurabilidad societal”.
Y sí, pues la masonería hoy, sigue fiel a ese legado, remarcable justamente pues naturalmente estamos en otro tiempo histórico. Nuestra Constitución Masónica lo señala con claridad, cuando dice que los masones, “unidos entre si por el vínculo de la Fraternidad, se dedican a labrar su perfeccionamiento individual mediante el estudio y desarrollo de la ciencia, el arte y la cultura, la búsqueda de la verdad, la práctica de la virtud y el ejercicio de la solidaridad, con el objeto de lograr el progreso moral, intelectual, social y material de la Humanidad”. 7
Por ello, es característico de la masonería ese pensar permanente de cómo llevar alivio y justicia a nuestros conciudadanos, de cómo colaborar a reparar lo que las injusticias e inclemencias de la vida ha deteriorado del cuerpo social.
Es en ese compromiso, justamente, que se articulan la masonería como institución educadora de capacidades, los masones como individualidades y las iniciativas hacia la sociedad.
Es entendiendo estas articulaciones, que se entiende como los masones han sido grandes protagonistas de creación permanente de sociedad civil. Los masones han estado en la creación de los partidos políticos, de las cooperativas, de los sindicatos, de asociaciones deportivas, de fomento o recreativas; de artistas e intelectuales, de foros de debates, etc. No porque alguien les manipulara, de acuerdo a las teorías de las manipulaciones conspirativas tan a la moda, sino porque está en el zócalo del constructivismo masónico.
Naturalmente, que no han sido los únicos, pero estoy seguro que han sido los más entusiastas. Y, en ese proceso, no solo han complejizado la sociedad, sino que han desarrollado la democracia, llevándola a todos los terrenos de la vida social, lo que ha favorecido la aparición del ciudadano.
Para terminar, simplemente una reflexión. Las épocas y circunstancias han cambiado mucho en los 300 años de la moderna historia masónica. Nuevas formas de producir, de intercambiar, nuevas tecnologías, están modificando la vida de la gente, y ello tiene sus consecuencias en la sociedad, deteriorando viejas conquistas.
Los masones tenemos que encontrar las claves para la construcción del porvenir, como lo hemos hecho muchas veces en el pasado. Tenemos unas peculiaridades que nos han hecho perdurables hasta ahora. Y tenemos un bagaje de valores, que son nuestro patrimonio.
Por ello, aprender del pasado, de cómo hemos actuado, de cómo hemos innovado, puede ser inspirador para dejar abierta nuestra mentes hacia la comprensión de un porvenir a construir.
La Francmasonería tiene un proyecto: la República Universal, es decir, programa una humanidad viviendo en paz, en progreso material, espiritual y moral, donde impere la libertad, la justicia, la democracia y la solidaridad. Una nueva civilización humana a escala planetaria 8
Los masones de esta época tenemos un fundamento espiritual en el progreso personal e íntimo de cada Hermano o Hermana; tenemos un fundamento intelectual, pues buscamos el saber, el conocimiento y la racionalidad, y buscamos que cada uno de nuestros Hermanos y Hermanos se forje en el gran combate de hoy, que es el del acceso al conocimiento, es decir, a la verdad. Hoy buscamos ser una escuela de civismo y responsabilidad social, pues, no es con el poder económico – tal como lo vemos hoy, soberbio, dominante y explotador - que vamos a lograr la instauración de una nueva civilización de la libertad, la igualdad y la fraternidad: más bien muchas veces pareciera que es en contradicción con él que forjaremos tales sueños. Pero sí seguramente que avanzaremos civilizacionalmente si desarrollamos el protagonismo cívico y social, profundizando la democracia política, llevándola al plano de lo social, y enarbolando las banderas de la ética en la construcción de un nuevo mundo.
Muchas Gracias
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