El Imperio español había implantado una sociedad colonial construida dentro de un inmenso
continente que había sembrado desde California hasta La Patagonia: plazas, Iglesias,
parroquias, conventos, cuarteles, fortalezas, fortines, castillos, universidades, palacios de
gobierno acueductos, caminos, viviendas. Un complejo urbanístico diseñado y construido
para servir de sustento a un sistema económico que debía traer muy buenos dividendos, tanto
a la Corona que gobernó la construcción de ese inmenso Estado Colonial, como a una Santa
Cruz que se encargó de darle legitimidad con su bendición, y sobre todo, el Fondo Monetario
de los Welser, que lo había financiado. A la vanguardia habían llegado aquellos Caballeros
Andantes, que galopando sobre la artillería de sus rocines, con la pólvora del arcabuz y el
metal en sus pechos, abrieron los caminos en la selva y sometieron a los pueblos que en estos
valles vivían.
Después de trescientos años, los descendientes de estos gallardos guerreros se habían
instalado como los verdaderos amos del Valle. Y más de un setenta por ciento de los seres
vivientes, en condiciones de esclavitud, servidumbre o exclusión.
Se había creado un lazo de dependencia tan estrecho con aquella cultura, que después de
trescientos años estaba tan arraigada, que su clase dominante se había convertido en los
españoles de América. Estos mantuanos iban a estudiar a Europa, y a veces hasta a buscar
pareja en la Madre Patria, para blanquear un poco la raza y codearse con la nobleza.
Llevado todo esto al mínimo común múltiplo de la expresión simbólica, podemos dibujar
una Corona, una Cruz, un Sol de oro, y una figura ecuestre con su lanza y espada, ejerciendo
y consolidando su sistema de dominio durante tres siglos, trabajando como vectores de la
fuerza de dominio colonial. Una Casa Grande que constituía la unidad productiva de la
Colonia, una producción para satisfacer la oferta y la demanda de la metrópoli, una
economía que ignoraba las necesidades que quienes generaban la riqueza.
Si reflexionamos un poco sobre estos cuatro elementos, hallaremos la quinta esencia de la
cultura de la modernidad erguida desde Europa como una cultura superior y hegemónica
construida sobre estas cuatro columnas fundamentales. Como diría nuestro filósofo
merideño J.M.Briceño Guerrero: el principio imperial, el principio racional, el principio
cristiano y el principio señorial. La modernidad se iniciaría con el dominio de los mares,
gracias al desarrollo de la ciencia y la técnica. Mientras que aquí, los mantuanos amos del
Valle, se disputaban la autoridad con los funcionarios del Reino.
Durante la crisis de autoridad que se manifestó con la presencia de José Bonaparte y la
abdicación al poder por parte de Fernando VII, uno de los pilares fundamentales se había
derrumbado, para que la sociedad implantada no abatiera columnas, los otros tres pilares
salen a balancear un nuevo centro de gravedad. Un grupo esperaba que ese movimiento se
realizara de manera provisional, mientras el Monarca español reestableciera su poder y
España recuperara su independencia, pero otros más radicales vieron propicia la oportunidad
para seguir el ejemplo de las colonias británicas en el Norte de América.
La Cruz mandó a Cortés de Madariaga para asegurar los intereses de la Iglesia que había
perdido un espacio de poder muy grande dentro de la Revolución Francesa. Debía asegurar
que el negocio de los diezmos, indulgencias y limosnas no cayera en manos de los
protestantes ingleses o de los ateos revolucionarios de Francia. Desde la punta de lanza
establecida por los británicos en Trinidad enviaron a John Alderson para que apoyara
solapadamente, junto con el Almirante Jhon Durhan, a la república que se había declarado
independiente en 1811. La Gran Bretaña aliada con España contra Francia, después se haría
la vista gorda cuando sus excedentes de las guerras napoleónicas vinieran a pelear contra los
españoles.
Así se van colocando las piezas sobre el tablero de un juego político, cuyo gambito salió con
un movimiento de caballos que no estaba previsto en el plan de los mantuanos. Me refiero a
la rebelión de los llaneros, los pardos y los esclavos. Esa rebelión popular contra los blancos
criollos de la Primera República fue azuzada desde los púlpitos bajo la dirección de
monseñor Narciso Coll y Prat, para crear una matriz de opinión sustentada sobre la creencia
de que el terremoto que azotó a las principales ciudades de la República durante el jueves
santo de 1812, había sido un castigo de Dios, por haber colocado a la Ley y a la Constitución
como legitimadora de un régimen, diferente al monárquico, sustentado desde siempre por la
bendición de Dios y de su Santa Madre Iglesia.
Los excluidos de ese gobierno, y de esa sociedad, salieron a saquear las haciendas y los
depósitos de alimentos, a violar a las mujeres y a vengarse de trescientos años de exclusión y
de desprecio. Entre los excluidos estaban los pulperos, los caporales, y los comerciantes y
transportistas pardos. Pulperos como Boves, caporales como Páez, lideraron a los lanceros y
a los esclavos. Había estallado una ola de violencia que no se podía, ni siquiera imaginar
hasta cuándo duraría.
Según los masones de mediados del siglo XIX, como J.J.Castro, Valentín Espinal, y los
hermanos que se dirigieron de manera fraternal y masónica al presidente José Tadeo
Monagas, el rol de la Masonería durante la Guerra de Emancipación, fue llegar al Armisticio
sellado con un abrazo masónico en Santa Ana de Trujillo para regular la guerra, y abrir un
camino para la paz.
Después de 1830, nacía la Venezuela independiente de Bogotá. El Caporal se convertía en
presidente, los bandoleros en ejército libertador, los oficiales en terratenientes, los
legionarios en comerciantes, banqueros y diplomáticos, y los esclavos de regreso a las
haciendas. La autoridad de la Corona se había convertido en República; la República se
había endeudado para comprar las armas, los acreedores mutaron en rectores de nuestra
política y protectores de nuestra costa con el pretexto de proteger su comercio. El Imperio
Mercantilista español fue sustituido por el Imperio marítimo y financiero británico. La
Corona Española reconoce a Venezuela como República independiente. Los mineros
ingleses cruzan hacia esta rivera del Esequibo Vibrador. Venezuela inicia sus reclamaciones
a Gran Bretaña sobre El Esequibo. Liberales y conservadores continuarían manejando el
lenguaje de las armas como manera esencial de hacer política. Mientras los liberales y los
conservadores hacen política con las armas, los banqueros europeos siguen vendiendo armas
y refinanciando la deuda, los mineros continúan avanzando hacia el occidente y, Venezuela
sigue reclamando el territorio Esequibo. Las logias masónicas bregando por la paz, e
iniciando profanos en los ritos de la conciencia ciudadana, instruyendo sobre la tolerancia
política y religiosa. La Iglesia, seguiría luchando contra la tolerancia religiosa, y perdiendo
control sobre los gobernantes liberales y conservadores, manteniendo sacerdotes en las
Cámaras Legislativas, y manipulando la conciencia del pueblo con sus sermones. Liberales y
conservadores se habían arruinado, se agotaba la sangre y la pólvora hasta llegar al
armisticio de Coche. Guzmán Blanco refinancia la deuda e intenta ordenar el país, aduanas,
banca, educación, orden burocrático e intenta traer colonos estadounidenses para colocarlos
de frente al avance minero de la Guayana británica, que terminó ubicandose a 80 kilómetros
del Orinoco.
Si no estamos concientes de estos pequeños antecedentes históricos, es muy difícil que
podamos apreciar la dimensión y la importancia de la situación, que como sector conciente
de la sociedad, debía afrontar la logia Estrella de Occidente de Barquisimeto, a pocos años
de terminada la llamada Guerra Federal, y de haberse reunificado la Masonería.
Una historia oficial comienza a justificar el precio de los ríos de sangre que había costado la
llamada libertad. Eduardo Blanco escribe su epopeya. Mientras la deuda externa crece y las
aduanas quedan Empeñadas. El querido hermano, general y sacerdote José Félix Blanco
abjura públicamente de la Masonería para poder retomar los hábitos porque El Vaticano
renueva sus bulas papales contra la Orden. En este ambiente llega José Ruiz a Barquisimeto,
un hermano masón de la logia Protectora de las Virtudes de Barcelona.
En el año 1867, trescientos masones de diez logias de diferentes ciudades de Venezuela,
enviaron a la Cámara Legislativa del Congreso de la República, solicitudes para que
legislara en materia de Matrimonio Civil y Registros Civiles, a fin de apuntar los
nacimientos, matrimonios y defunciones de los venezolanos en un lugar distinto a la
Parroquia Eclesiástica, la Parroquia Civil. Existe relación con la intervención de Francisco
Javier Yanes en el Congreso Constituyente de 1811, el ideal de ser "libres e independientes
de toda soberanía que no sea constituida por la voluntad expresa de los pueblos de
Venezuela." ¿ Por encima de Dios las vanidades humanas y la codicia de poder político y
económico y de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana? En este particular
debemos admitir que en nuestra sociedad de mediados del siglo XIX, las estructuras de
dominio y coerción de la sociedad colonial permanecían prácticamente intactas, éstas
comenzaron a transformarse poco después de la Guerra Federal, vale decir, después de haber
permanecido abierta durante medio siglo, la llave de un chorro de sangre que al final no fue
cerrado sino en 1915 cuando estaba por abrirse el nuevo grifo de la Venezuela petrolera que
tuvo su tránsito durante la paz declarada por el terror de tres décadas que duró la dictadura
del general Juan Vicente Gómez.
No es secreto para nadie que la Iglesia hizo una inversión a largo plazo en la exploración,
conquista y colonización de lo que hoy identificamos con el nombre de América. Después de
trescientos años, las bases que sustentaban semejante dominio comenzaron a mostrar sus
grietas. La autoridad divina que otorgaba legitimidad al Monarca fue desconocida por
primera vez el 19 de abril de 1810. Comenzaba así una revolución burguesa en la América
española cuya legitimidad sería otorgada por el pueblo soberano mediante el ejercicio de los
Deberes y Derechos Civiles a través de la ley, cuyos principios habrían de ser definidos en la
Constitución Nacional.
Una sociedad de Dios confrontada a la naciente sociedad civil que pretendió instaurar un
sector de la clase dominante.
Ser masón en el siglo XIX, está ligado a reflexionar en torno a los deberes y derechos por
primera vez, vale decir la conquista de la conciencia ciudadana, un pecado contra el
poderoso que otorgaba legitimidad al rey. Un pecado mortal que también está vinculado a
adquirir independencia espiritual de la Iglesia, sin dejar de ser católico. Separar en el fuero
íntimo la condición de ciudadano de la condición de adepto a determinada creencia. La
libertad de culto, podía ser catalogada como pecaminosa, por la Iglesia, que no aceptaba más
que obediencia absoluta a los dogmas dictados por la regularidad, o filiación incondicional
al Papa y sus representantes de Roma. Un derecho adquirido por la Iglesia como retribución
a sus buenos y santos oficios para la conquista del nuevo mundo.
La circunstancia de esta situación que estudiamos está enmarcada en una época cuando ese
poder y de la Iglesia sobre los integrantes de la sociedad de Dios, el Dios Católico, no solo
Cristo, el Padre y el Espíritu Santo juntos; sino también Mahoma, Alá, Moisés y todos los
profetas representados en un solo dios padre creador expresado mediante el símbolo de la
fuerza generadora de la vida, el G:.A:.D:.U:. el Gran Arquitecto del Universo. Una blasfemia
a la única Iglesia "verdadera".
El Caso Ruiz comenzó en la Logia Estrella de Occidente en Nueva Segovia de
Barquisimeto.
En 1864, proveniente de la ciudad de Barcelona llegó a la capital del Estado Lara un
hermano masón llamado José Ruiz, quien figura en los cuadros de la logia Protectora de las
Virtudes Nº 1 de Barcelona, con el grado de maestro. Al parecer, su profesión le exigía viajar
con frecuencia, hasta que llegó a Barquisimeto, donde comenzó a sufrir quebrantos de salud.
Como su estado era un poco delicado, recibió la atención médica y los cuidados de sus
hermanos masones de la logia Estrella de Occidente N 55. Su salud empeoró hasta el
extremo que tuvieron que llamar al Párroco Andrés Domínguez para que le aplicara los
santos óleos y, si fallecía, le otorgase la partida de defunción a fin de darle sepultura. El
Párroco le impuso como condición que abjurara públicamente de la Orden, petición que el
enfermo rechazó. Ante la negativa del moribundo el sacerdote se retiró sin imponerle el
sacramento. Cuando el padre regresó por segunda vez, José Ruiz había fallecido. Tampoco
permitió su posterior ingreso al cementerio público, por la herejía de no abjurar de una gente
de quien solo había recibido atenciones y afectos solidarios.
La excomunión implicaba la pérdida de la facultad para ejercer los derechos sucesorales, la
angustia generada por tener que dejar a la viuda y a los huérfanos desamparados. No
pertenecer a la Iglesia estaba mezclado con limitaciones para el ejercicio de los derechos
civiles. La potestad de la Iglesia no era discutible, esa era la herencia colonial.
En más de una oportunidad, algún cura párroco intentó manipular la conciencia de algún
ciudadano durante los últimos instantes de su vida. Esta actitud ya estuvo ligada al gran
cisma de la Iglesia Católica identificado con La Reforma. Sin embargo, después de tanta
sangre derramada por la libertad se continuaba violentando en nuestra América, el sagrado
derecho que deben tener todos los seres vivientes a morir en paz. Presionar al moribundo
para apropiarse de su herencia o hacer propaganda a una Iglesia Católica que debía
comenzar a resignarse a compartir el control que ejercía sobre las conciencias humanas,
todavía era observado como un hecho normal y cotidiano en la Venezuela de 1864.
Pero los cambios que de alguna manera habían comenzado desde hacía varias décadas no
ofrecían otra alternativa que limitar el radio de acción de los curas a la vida espiritual o
religiosa de los seres humanos, dejando lo civil al margen. Al César lo que es del César, y a
Dios lo que es de Dios.
En la oportunidad que nos ocupa le sucedió al masón José Ruiz, cuando el padre Andrés
Domínguez, cura párroco de Barquisimeto pretendió obligarlo en su lecho de muerte, a
abjurar públicamente de la Orden Masónica, a cambio del sacramento de la Eucaristía.
Este hecho que aconteció en mayo de 1864 no tiene tal importancia para un mortal de
nuestros tiempos. Podría haber obtenido la respuesta que le dio el general Aureliano Buendía
al cura de Macondo cuando vino a visitarlo en las vísperas de su muerte: "No necesito
intermediarios entre Dios y yo". Pero para la época cuando los masones solicitaron la
instauración del matrimonio civil, el Código Civil vigente para aquel momento en
Venezuela, contemplaba el requisito de ser hijo legítimo de matrimonio santificado por la
Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana para el ejercicio de los derechos
sucesorales. La excomunión no significaba sólo las llamas eternas del infierno, era un
impedimento para que los hijos y las viudas no quedaran desamparadas, a menos que
pertenecieran a la Religión Católica. La condición de ciudadano estaba estrechamente ligada
al hecho de ser católico, apostólico y romano
1.
En la carrera Nº 18, cruce con calle 26, en el edificio La Logia, luce una placa que
conmemora el lugar donde estuvo la sede de la Logia Estrella de Occidente Nº 50, la cual
relaciona este nombre con la libertad, la justicia y la fraternidad.
Hemos estudiado a través de documentos originales y fuentes bibliográficas publicadas en
18582, datos que nos hablan de dos logias llamadas Estrella de Occidente: la primera con el
número 55, y la segunda con el número 42; y finalmente en el presente, una sola Estrella de
Occidente con el número 50. Aunque la logia ha cambiado de número y de ubicación, no
pudimos hallar en nuestro breve paso por esta ciudad, a los actuales integrantes de la misma,
pero contamos con los fundamentos documentales que sustentan las afirmaciones que la
placa señala. Documentos masónicos originales que nos hablan de un hecho histórico que
tuvo resonancia en todo el país, y fue utilizado por los masones como fundamento para
solicitar ante la Cámara Legislativa, la instauración del matrimonio civil en Venezuela.
La sociedad civil no había delimitado su competencia.
El caso Ruiz es la expresión de un hecho histórico que acusa la presencia del mal
entendimiento de algunos párrocos con la institución masónica, justificados por la aplicación
de Bulas Papales que proscribieron las reuniones masónicas. Indudablemente que con un
trasfondo ideológico; celo de protección de los privilegios que la Iglesia perdía
paulatinamente. La organización de la Sociedad Civil requería definir los límites de su
competencia, la Parroquia Eclesiástica debía ceder espacio a la Parroquia Civil. Las
estructuras coloniales no habían cambiado lo suficiente y entraban en contradicción con los
ideales de libertad de conciencia, de culto y militancia política que se requieren para el
ejercicio de la democracia. La institución masónica es, en su organización interna, un
conjunto de logias regidas por una Carta Magna, estatutos y funcionarios que reproducen la
estructura de una sociedad civil y democrática, un modelo escuela de civismo. Este es el
carácter histórico digno de rescatar del papel que ha jugado la Orden de la escuadra y el
compás como escuela de la organización ciudadana, enseñanza práctica con un toque de
disciplina religiosa y difusora de ideas, en cuanto a la posibilidad de reunirse con seres
semejantes, con diferentes credos y militancias políticas. Poseer el derecho a ser escuchado por todos con un acuerdo pre establecido de tolerancia y respeto. En teoría suena sublime,
aunque en la práctica no se pueda demostrar que es posible. Ruiz se convirtió en la bandera
de la libertad de culto y símbolo de abnegación masónica. Estandarte en la lucha por los
Derechos Civiles, por la condición de ciudadano más que por su adepción religiosa.
La competencia de lo religioso en los asuntos civiles era un lastre colonial que persistía en
nuestras costumbres, medio siglo de violencia no había sido suficiente para cambiar en este
aspecto, la mentalidad.
Los Documentos Masónicos
En el archivo de la logia Esperanza se conserva un expediente dedicado a los honores
fúnebres del hermano José Ruiz, grado 3, muerto un año antes. En el primer folio está
incluida una correspondencia de la Secretaría de la Gran Logia dirigida a la logia Esperanza,
donde le comunicó que en la tenida de la Gran Logia del día 11 de enero de 1865, había
comisionado a esa logia a entenderse con los gastos que equitativamente cubriría el Gran
Oriente Nacional.
La siguiente carta, señalada con el número dos, está fechada en Caracas, el 27 de enero de
1865, donde certificó que se tributaron los honores fúnebres del hermano José Ruiz, para
cuyo acto dio su comisión la Muy Respetable Gran Logia, que fue la que acordó dichos
actos, en premio al celo, fervor, constancia y fidelidad masónica de aquel hermano.
Dentro del citado expediente de Honores Fúnebres está un impreso de la logia Prudencia N
40 fechado el día 7 de enero de 1867, donde propone la creación de un fondo para la
exhumación de los restos y su posterior sepultura en un sitio digno, pero el trasfondo de esa
acción lo observamos reflejado dentro del marco de las rivalidades manifiestas entre la
Iglesia y la Francmasonería, observemos esta cita con la que cierra el impreso mencionado:
" Al hacernos la inserción del acuerdo que antecede para vuestro conocimiento y demás
fines convenientes, creo inútil toda observación que lo justifique, persuadidos como estamos
que comprendeis mui bien, que son nuestros actos los que pueden dar prestigio a nuestra
Orden, y hacer sentir todo el poder de que ella es capaz." Esta cita pone en evidencia la
utilización de una víctima como bandera para una lucha concreta. En los documentos
enviados al Congreso dos años más tarde, en 1867, el caso Ruiz estará en primer plano,
como ejemplo de los abusos perpetuados por los párrocos utilizando poderes coercitivos que
eran propios del pasado colonial, pero que en ese momento no podían seguir justificando su
existencia. ¿Una cuestión de prestigio? o ¿necesidad de hacer sentir el poder de la
Masonería?. Lo que sí puso en evidencia este caso, fue que las instituciones coloniales
conservaban intacto su poder, y que el paso hacia la vida independiente sucedió sin que se
hubieran podido modificar muchos aspectos de la estructura del dominio colonial. La guerra
terminó, hubo un cambio político, pero las costumbres, las leyes y lo cotidiano no percibió
alteraciones.
Dentro de la comunidad masónica había diversos puntos de vista, los líderes que ostentaban
los altos grados, o las logias como la Esperanza donde había un número considerable de
abogados y políticos de cierta talla. Estos plantean el problema en términos de lucha por la
igualdad de los derechos civiles. Otros no alcanzaron ver el problema más allá de un simple
conflicto religioso, que podía solucionarlo el Papa con una firma.
¿Porqué esperaron tres años para manifestar su desacuerdo? ¿Casi un año para realizar los
honores fúnebres? ¿Porqué tanto escándalo por un hombre que cumplió con su deber moral
de no abjurar de aquéllos que le habían brindado su hospitalidad? y sobre todo después de
tanto tiempo. Por ahora observaremos algunos aspectos de el ambiente histórico que hemos
reconstruido para la comprensión de la época.
El General José Félix Blanco, sacerdote y héroe de la Independencia recibió como
condición previa a su reincorporación a la Orden Sacerdotal, la abjuración pública de la
Orden Masónica
2. Esto sucedió el 18 de agosto de 1863, un año antes de la muerte de José
Ruiz. No sabemos de que manera pudo afectar al prestigio de la Orden, pero debemos dejar
apuntado que la reacción de diez logias dentro de un universo aproximado de 28 que hemos
podido verificar los datos de su existencia, no significa una proporción significativa del
universo masónico como para decir que la Masonería venezolana luchó por los derechos
civiles. Podemos afirmar que un sector significativo tomó esta iniciativa. Pero si la primera
vez que un grupo organizados de manera civilizada y pacífica solicitó a la Cámara
Legislativa, hacer un trabajo específico que implicaba sancionar una ley, que desde el punto
de vista de los derechos civiles, significaba un cambio que implicaba el reconocimiento
pleno de la ciudadanía.
Es importante destacar que la Cámara Legislativa nombró una comisión para que estudiara
el caso y tomara una decisión a fin de responder a la solicitud realizada por los masones. El
presidente de la Cámara era Antonio Leocadio Guzmán, quien en 1838 había propuesto la
creación de registros públicos, estuvieron de acuerdo, pero fue tal la inercia para llevar a la
práctica las disposiciones necesarias, que no fue posible instaurarlos. También hubo inercia en la reacción colectiva de los masones venezolanos actuando como
una red nacional organizada.
Se puso a prueba la capacidad o poder de convocatoria de la Orden. José Ruiz Murió en los
días finales de mayo o principios de junio de 1864. En octubre de ese año de 1864, la logia
Protectora de las virtudes N 1 de Barcelona dirige una carta al Presidente de la República.
Firmada por el Secretario E. Marín. Donde manifiesta al Presidente encargado, su
preocupación, protesta, y si se quiere hasta súplica al denunciar el caso de su Maestro Masón
José Ruiz. En 1865, Antonio Guzmán Blanco detiene la acción masónica con maniobras de
hábil político. Al parecer recibió a Ramón Díaz, Ser:. Gran Maestro, en una audiencia
privada con el hermano Antonio Guzmán Blanco, donde AGB lo convenció de que era
necesario para la tranquilidad social, no activar conflictos con la Iglesia. Por circunstancias
relativas a la estrategia política, el Gran Oriente Nacional declaró en suspenso esas
desaveniencias.
Antonio Guzmán Blanco fue irradiado de la logia Esperanza, por inasistencia a las
reuniones y la ausencia de contribuciones con el tesoro de la logia, al menos eso lo justifican
mediante la comprobación del incumplimiento de los artículos relativos a las obligaciones
esenciales de todo miembro de cualquier asociación. Pero es trasfondo político de la medida
podrá explicarlo la fecha de emisión de la medida tomada, fecha cuando Guzmán había
salido para la guerra.
Para la Masonería venezolana había sido un joven luvetón
3, estudiante de los últimos años
de derecho, hijo de un masón liberal de los viejos, Antonio Leocadio Guzmán, fundador y
director del diario El Venezolano, quien había criado a su hijo para ser presidente.
Este joven se había ido a la guerra, a la rebelión armada contra el Gobierno de Manuel
Felipe Tovar, su hermano masón. Los masones juran acato y respeto a las leyes del país
donde están establecidos, esto puede explicar la medida, pero no justificarla.
Cuando el joven Antonio Guzmán Blanco regresó con grado de general e investido con el
cargo de presidente encargado, entró por la puerta grande a la reunión masónica de
conciliación que tuvo lugar en la esquina de Chorro, en la casa de habitación de Diego
Bautista Urbaneja, una reunión masónica anunciada en el diario El Federalista, durante los
primeros días de enero de 1865.
En esta gran tenida, o reunión masónica las federaciones de logias controladas por los dos
sectores políticos opuestos, se agruparon bajo una sola federación el 12 de enero de ese año.
A la reunión asistieron unos trescientos representantes de las diferentes logias, capítulos y aerópagos de red nacional de hermanos masones, sin contar a los músicos que amenizaron el
acto
4.
Hubo un discurso elocuente del cual vale la pena recordar la lectura de un salmo de La
Biblia donde señala que Dios prometió a sus hijos el cetro eterno podían mantenerse unidos.
Durante el acto de Fusión o de reconciliación masónica, la alineación de las dos
federaciones masónicas que habían permanecido divididas durante el ocaso de Páez y los
Monagas hasta la generación de los Liberales de Antoñito, como diría Antonio Leocadio
Guzmán, hermano masón y padre de uno de los presidentes más polémicos que ha tenido la
historia de Venezuela.
Antonio Guzmán Blanco regresaba buscando apoyo en la Masonería para su proyecto
político, y tal vez por consejo de su padre consecuente masón. Después de la fusión
masónica que tuvo lugar en enero de 1865; a finales de este año los masones le pidieron
apoyo a Guzmán Blanco en relación a la lucha por la igualdad de los derechos civiles, éste
los hizo esperar, y al parecer hasta les aconsejó no molestar a la Iglesia pero, los masones
salieron adelante con su solicitud al Congreso en 1867.
La respuesta del Congreso
Podríamos afirmar que el Congreso prestó a las solicitudes, una atención casi inmediata.
Nombró una Comisión constituida por la Comisión de Peticiones redactó un informe donde
consideró innecesario discutir por considerar que la mayoría de los venezolanos eran
católicos, como si los masones no lo eran también.
Antonio Leocadio Guzmán trató de nombrar otra comisión de tres miembros, pero no
recibió el apoyo de la mayoría para darle curso. Esta vía legal e institucional no arrojó el
resultado esperado, la mayoría en el Congreso estaba de acuerdo con conservar los
privilegios que la Corona Española había otorgado a la Iglesia, muy por encima de los
derechos civiles y las necesidades de ir modernizando el Estado.
Hasta 1870 observamos una preocupación centrada en la idea de legislar para el logro de
una transformación social o política. En 1867 se intentó darle más importancia al carácter
civil del matrimonio. Expusieron razonamientos lógicos para justificar la separación de lo
religioso de lo civil. Pretendieron hacerlo mediante la legislación y amparado en el derecho
que tienen los miembros de una democracia representativa, a solicitar a la Cámara
Legislativa que haga su trabajo en determinada materia. A partir de la instalación de Antonio
Guzmán Blanco en el poder, esas cosas no se piden sino que se llevan a la práctica mediante la imposición por decreto. Fueron más efectivos los cambios realizados desde el poder
sustentado sobre la fuerza de la imposición dictatorial con bases sobre el progreso
económico, que los cambios que aquellos propuestos, más en el derecho que en los hechos.
Documentos Oficiales
El hallazgo proviene de una investigación presentada en el VI Congreso de Historiadores,
celebrado en Caracas por la Academia Nacional de la Historia en agosto de 1988; expusimos
las observaciones hechas sobre 87 folios que reposan en el Archivo Histórico del Congreso
de la República de Venezuela, con sede en la Esquina de Pajaritos, en la ciudad de Caracas.
En esta ponencia dejamos expuestas una serie de inquietudes respecto a las posibilidades de
elaborar una investigación que se constituyó con los años, en la base para el estudio de lo
masónico en la historia de Venezuela, asunto que hasta la fecha no había pasado de lo
anecdótico, de recopilaciones documentales con escasa relación con el contexto histórico, o
referencias tangenciales hechas por destacados investigadores dentro del marco de otros
temas históricos.
Los ochenta y siete folios ( y dorso) que reposan en el Archivo del Congreso de Venezuela,
corresponden a la solicitud de las Logias: Protectora de las Virtudes N 1 de Barcelona,
Victoria N 38 de la Victoria, Virtud Premiada N 41 de Carúpano, Estrella del Paria N 56 de
Río Caribe, Esperanza N 37 de Caracas, Alianza N 31 de Valencia, Prudencia N 40 de
Caracas, Tolerancia N 15 de San Felipe, Lealtad N 33 de Caracas, Fraternidad N 4, la
Estabilidad N 48 y por supuesto, la Gran Logia.
Percibimos en la acción masónica, la expresión del enfrentamiento de dos sectores de la
clase dominante, en la lucha por el poder, o el control de la sociedad. No podíamos saber
cuántas logias y masones existían en ese momento, contamos trescientas firmas. Luego 28
logias y cerca de mil novecientos hermanos. Podemos pensar que fue un sector de la
Masonería, que participó en esta lucha, mas no la Masonería.
En varias oportunidades nos hemos planteado la necesidad de observar a la Masonería como
una forma prepolítica del partido Liberal. Otros investigadores de la masonología lo han
planteado, pero en el caso nuestro, llego a pensar que fue, y podría seguir siendo una forma
prepolítica de hacer política, un escuela para aprender ciudadanía, pero no me parece que del
partido Liberal, sino de cualquier grupo político. En Venezuela, y hasta 1915, la única forma
de hacer política en dominio público, fue la guerra. Lo interesante para los valores
masónicos que los masones venezolanos olvidan resaltar, es que estamos ante una institución
que predica y practica la paz y la política civilizada, en un país cuya única forma de hacer
política que conocía era la guerra. Entre 1915 y 1928, gracias al silencio implantado por la
bota del general Juan Vicente Gómez obligó a buscar nuevos paradigmas para hacer política,
así comenzó a plantearse la idea de la democracia.
Existe una interrogante en cuanto a relación Masonería y derechos civiles. Estudiando el
tema encontré una publicación relativa a la historia del Registro Civil en Venezuela, y me
hallé ante la sorpresa que es también un masón que presta su atención a estos documentos
relativos a la lucha por los derechos civiles. Se trata de un discípulo masónico de Lisandro
Alvarado, insigne etnógrafo y padre de la arqueología en Venezuela, Juan Bautista Ascanio
Rodríguez. Indagando su vida para establecer la relación de su interés como masón o como
abogado, antropólogo o sociólogo, y me encontré con un eminente médico, que además
preparaba sus medicinas en su laboratorio botánico y su genialidad como lo llevó a patentar
numerosos inventos o diseños para construir instrumentos médico quirúrgicos.
Tenía fama de mago, brujo, y alquimista porque examinaba a sus pacientes observándoles el
iris, les preparaba las recetas en su laboratorio, y no cobraba por la consulta porque vivía de
las patentes de la "Minerarina El Mejor Alimento para niños, producto de los laboratorios de
J.B. Ascanio Rodríguez"
5 También aparece la Palusina, en pomada rectal, líquido y en
cápsulas, se trata de un parasiticida, vale decir, para matar parásitos. y Pelereke, una
pomada para la piel.
Este personaje tenía su residencia en el Barrio los Caobos, Avenida Libertador, en la
parroquia Candelaria. Hoy se llama esquina La Mansión, al sur de la esquina de Venus,
diagonal a la torre Viasa. La mansión Egipcia fue su casa de residencia, y después del cisma
masónico en 1926, se convirtió en un aerópago de masones que se constituyeron en la logia
Lumen. Lo más granado de la Masonería de la Esquina de Maturín partió para Los Caobos.
Allí se editó la Gaceta Masónica y una nueva Constitución diferente a la adoptada por los
masones tradicionales en 1924. Formaron una Masonería con estructura Republicana, con
los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial bien definidos. Desde el punto de vista de la
Historia de la Masonería, una revolución democrática en pro de la soberanía de las logias
como entes autónomos que los masones tradicionales no intentarían superar, con mediano
éxito, hasta 1956. No sólo fue una reacción de la corriente de pensamiento evolucionista
influenciado por el positivismo, contra los creacionista, sino la lucha por una estructura más
democrática, que respetara con mayor eficiencia el principio de autonomía de las logias.
Los valores masónicos
La memoria de la historia oficial de la Gran Logia de la República de Venezuela del siglo
XX, siempre colocó el inventario de los masones ilustres por sobre de la Historia de los
valores promovidos por la misma organización. Para ilustrar lo afirmado ofrecemos algunos
ejemplos.
El siglo XIX venezolano fue una centuria sangrienta, habría que calcular en kilómetros
cúbicos los ríos de sangre derramada a lo largo y ancho del país. Mientras esto sucedía, la
Masonería venezolana entrenaba a sus hombres en el despertar de la conciencia ciudadana,
los hacía descubrir mediante sus ritos, el conjunto de sus deberes y derechos ciudadanos, los
instruía en el arte de la construcción del templo interno, los iniciaba en los augustos
misterios de los obreros de la paz. Estos valores masónicos tan especiales, quedaron a la
sombra del recuerdo de la historia oficial de la Gran Logia venezolana, opacada por la gloria
de unos personajes, hasta de dudosa condición masónica, al menos para quien se precie de
cierta seriedad histórica.
De igual manera, tampoco se ocupó por recordar la historia narrada de cómo de manera
armónica y organizada, diez logias de la capital y la provincia se dirigieron al Congreso de la
República en 1867, para solicitar una legislación que favoreciera la libertad de cultos y la
igualdad de derechos civiles de los venezolanos, sea cual fuere su religión. Esto a primera
vista, y desde el presente, parece un asunto simple, y hasta banal. Pero después de casi
cincuenta y siete años de haberse declarado la Independencia, de tanta lucha sangrienta, la
Iglesia Católica seguía ejerciendo el mismo poder sobre la conciencia de los venezolanos,
que le otorgaron los privilegios coloniales, manteniendo una legislación que solo permitía
ejercer derechos sucesorales a aquellas personas que habían sido iniciados en los ritos
sacramentales de la Iglesia Católica. Como hemos visto, se trató de una larga lucha, donde
los masones anónimos en el recuerdo de la historia oficial de la Gran Logia, lucharon contra
la intolerancia y la discriminación religiosa y exigieron sus derechos civiles como una
sociedad civil y de manera civilizada, mientras que la historia oficial de la masonería
venezolana no tenga más expresión y lugar para atribuirle a un héroe, la firma del decreto de
instauración del matrimonio civil.
El 28 de julio de 1999 se cumplieron cien años del fallecimiento en París, del polémico
presidente Antonio Guzmán Blanco, cuyos restos fueron trasladados al Panteón Nacional
ubicado en su ciudad natal.
Durante todo un siglo habían negado su retorno a la Patria del mismo presidente que
oficializó el culto a Simón Bolívar Palacios y Blanco. Esa visión de la historia que coloca al
héroe sobre la acción colectiva, ha olvidado estudiar los influjos de una Institución como la
Masonería. En este caso, y por primera vez en la historia de Venezuela, fue una organización
cuyos valores han sido opacados en la historia por esa manía de estar convirtiendo en santos
civiles a los inmortales de la Patria, frente al evidente olvido de los valores esenciales de la
Orden.
Es necesario rescatar los influjos de una institución que de manera silenciosa ha difundido
principios de justicia, igualdad de los derechos civiles y las libertades que hacen a las
sociedades más dignas. Al mismo tiempo invita a los masones de las naciones hermanas a
revisar su historia en virtud de rescatar los valores institucionales por sobre la vanidad de los
seres humanos.
La construcción del Gran Templo Masónico de la Esquina de Maturín, obra colectiva que se
inició en el saco de beneficencia de las logias, un esfuerzo colectivo durante más de dos
décadas antes de que Guzmán Blanco diera el plumazo presidencial, mediante una partida
especial del Ministerio de Fomento para concluir la obra. Nuevamente la historia oficial
eclipsa el esfuerzo colectivo, reconociendo sólo a Guzmán como artífice de la obra.
De igual manera sucede con hechos históricos significativos donde los valores masónicos
trabajaron de manera discreta, tales como la abolición de la esclavitud, la organización de la
instrucción pública gratuita y obligatoria, donde la sociedad organizada, en este caso a través
de la Masonería ha jugado sin dudas un papel preponderante, pero el culto a la personalidad,
y una visión atrasada de la historia han permitido que sea siempre un individuo, quien gane
la indulgencia con el mérito de un colectivo.
Después de medio siglo de guerras civiles, de constituciones, de independencia y de
cambios violentos de gobernantes, la Iglesia Católica conservaba cuestionados sus
privilegios en virtud de la inversión que había realizado al contribuir con la empresa de
“descubrimiento” y conquista de la América para salvar las almas de los infieles. Esto
también es un hecho poco difundido en los predios de la Historia Patria.