Por; Iván Herrea Michel
Comencemos por el principio de la Masonería Moderna, viendo cómo de algo completamente irregular surgió el fenómeno sociológico que ha sido la Masonería Moderna desde hace solo tres siglos, con sus grandes aciertos, sus pasmosos desaciertos, y sus colosales divisiones internas.
Se discute mucho entre los historiadores,
la exacta participación que tuvo en el nacimiento de la Masonería
Moderna la influencia doctrinaria de la tolerancia y la amplitud
intelectual de que hacía gala en el siglo XVII una sociedad inglesa
denominada Royal Society, que congregaba entre sus miembros a lo más
granado del intelecto inglés, entre ellos al matemático y físico Sir
Isaac Newton y el caballero Andre de Ramsay que habría de ser en Francia
uno de los fundadores lejanos e indirectos del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado.
De tal tamaño
es la polémica, que se encuentra sometida a revisión la propia
evolución lineal de la Francmasonería Operativa a la Masonería
Especulativa.
La Royal Society es una institución que
todavía existe en el Reino Unido, y es uno de los mayores centros
científicos del mundo. Sus miembros incluyen hoy a varios hombres y
mujeres de ciencia que han ganado el Premio Nobel, tales como Paul Nurse
(por sus investigaciones sobre el cáncer) y Peter Mansfield (que
trabaja sobre el desarrollo de las imágenes de resonancia magnética).
Igualmente, son miembros de la Royal Society el matemático y físico
Stephen Hawking y Tim BernersLee, inventor de la world wide web
(Internet).
Hoy en día, la Royal Society es una
asociación que se encuentra completamente independizada de la Masonería,
y su misión es netamente científica. La Sociedad apoya económicamente a
muchos de los mejores científicos del Reino Unido como parte de su
misión de promover la ciencia, y actualmente financia a 1.600 de ellos
cada año con sueldos, becas, viajes o donaciones de equipos. Igualmente
concede 10 medallas, 5 premios y 8 pergaminos en honor a la excelencia
en varios campos de la ciencia, la ingeniería y la tecnología.
La Real Sociedad cada año elige a sus
nuevos miembros, provenientes del Reino Unido y sus naciones asociadas
(Commowealth), escogidos de aquellos que cuenten con un sólido prestigio
internacional en el mundo de la ciencia, la ingeniería y la medicina,
lo cual se considera un alto honor y el espaldarazo más grande que un
científico puede recibir, superado solamente por el Premio Nobel.
También elige a unos pocos miembros extranjeros.
La historia de la Royal Society está
íntimamente entrelazada con la historia de la ciencia en Inglaterra y
Escocia desde 1660. Y por los mismos caminos con la de la Masonería de
esos reinos del siglo XVII en su interés de apoyar las ciencias
experimentales. Sus orígenes parecen estar en una institución conocida
como “Invisible College” integrada por unos filósofos Masones que se
empezaron a reunir hacia mediados de los 1640s para discutir las ideas
de Francis Bacon.
Pero su fecha oficial de fundación
corresponde al 28 de noviembre de 1660, cuando 12 hombres –todos ellos
miembros de la Masonería– se reunieron en el Gresham College, después de
una conferencia de Christopher Wren, profesor de astronomía en esa
institución educativa, con el fin de fundar un Colegio para promover la
enseñanza experimental de la física y la matemática.
Este grupo incluyó al mismo Wren, Roberto
Boyle, Juan Wilkins, Sir Robert Moray, y William, Vizconde de
Brouncker. La Sociedad acordó reunirse semanalmente para presentar los
avances de los experimentos adelantados y discutir asuntos científicos.
El primer Curador de Experimentos fue Robert Hooke y Moray fue el
encargado de presentar al Rey Carlos II esta empresa y obtener su
aprobación y patronazgo. Este monarca de acuerdo a la tradición de los
Estuardo durante el siglo XVII se había hecho iniciar en la Masonería.
El nombre de la Royal Society apareció
por primera vez en una publicación de 1661, pero fue en una Carta Real
de 1663 en que aparece nominada como “The Royal Society for Improving
Natural Knowledge” (Real Sociedad para la Promoción del Conocimiento
Natural), y su primera sede estuvo localizada en el mencionado Gresham
College, en Londres, en donde inició rápidamente una biblioteca y un
depósito o museo de especímenes de interés científico.
La Royal Society es desde un principio
una asociación dirigida a agrupar intelectuales y hombres de ciencia sin
importar su pensamiento religioso, político, filosófico o su raza y su
carácter liberal queda definido por las palabras de Thomas Sprat, uno de
sus fundadores y su primer historiador, en su obra The History of the
Royal Society of London, aparecida en 1667, en favor de “una unión entre
manuales e intelectuales”, en la cual sostenía:
“… Tenemos así una visión excepcional de
la nación inglesa, al saber que hombres de pensamientos y de modos de
vida antagónicos olvidan sus odios y se reúnen para el progreso de la
ciencia. Pues, el soldado, el comerciante, el marchante, el erudito, el
gentilhombre, el cortesano, el presbiteriano, el papista, el
librepensador y los adeptos de la religión oficial han abandonado su
hacer específico y trabajan con serenidad en práctica y en espíritu…”
Después del gran incendio de Londres de
1666, la Sociedad se mudó durante algunos años a Arundel House, hogar en
Londres de los Duques de Norfolk. Y no fue, sino hasta 1710, bajo la
Presidencia de Sir Isaac Newton, que la Sociedad adquirió sede propia,
en Crone Court. A partir de 1662 comenzó a publicar libros, en forma tan
exitosa que la Philosophical Transaction (Memorias Filosóficas) que
edita es actualmente la publicación científica de mayor antigüedad
continua del mundo.
Al igual que en la Masonería, desde un
principio, los miembros de la Sociedad escogen por cooptación a sus
nuevos compañeros, pero al comienzo los criterios para esta elección no
estaban muy definidos y la mayoría de ellos no eran científicos
profesionales.
En 1731 una nueva reglamentación
estableció que cada candidato debía ser propuesto por escrito y
apadrinado por dos miembros activos que lo apoyaran. Estos documentos
todavía sobreviven y permiten dar una ojeada a las razones por las que
se hacía la elección y los criterios de selección.
En 1780, bajo la Presidencia de Sir
Joseph Banks (17781820), quien la ejerció hasta su muerte, la Sociedad
varió su orientación hacia una combinación que favorecía tanto los
trabajos profesionales científicos como los de los aficionados. Esta
visión decreció en popularidad durante la primera mitad del siglo XIX,
hasta que finalmente en 1847 se decidió que en adelante los nuevos
miembros serían elegidos con base en sus trabajos científicos.
Este nuevo viraje hacia lo profesional
contribuyó significativamente para que la Sociedad, poco a poco, se
convirtiera enteramente en una academia de científicos. El gobierno
reconoció esto en 1850 otorgando una donación a la Sociedad de 1.000
Libras Esterlinas para asistirlos en sus investigaciones y comprar
equipos. De ahí en adelante comenzó una relación muy cercana con el
gobierno que no implicó, en ningún momento, que la Sociedad disminuyera
su autonomía esencial.
En 1857 la Sociedad se mudó una vez más a
Burlington House en Piccadilly, y durante la siguiente centuria su
personal creció rápidamente obligándola a cambiarse de lugar. Por lo
tanto, en 1967 se trasladó a su actual sede en Carlton House Terrace,
también en Londres, con un personal que ahora ha crecido a 120 miembros,
todos trabajando por el futuro de la Royal Society en su rol de
academia científica independiente. Su actual Presidente desde el año
2000 es Lord (Robert) May of Oxford.
Volviendo a los siglos XVII y XVIII,
tenemos que el Dr. John Campbell (17081775), en su artículo sobre el
anticuario y miembro de la Royal Society Elías Ashmole, que apareció en
1747 en la Biographica Britannica, sostiene que numerosos manuscritos
reunidos por este, con la intención de escribir una historia de la
Masonería entre los siglos XIV y XVII, desaparecieron el 26 de enero de
1679 cuando un incendio destruyó el Middle Temple de la Royal Society
donde tenía su gabinete:
“En lo que concierne a la historia
antigua de los Francmasones, respecto de la cual estamos deseosos de
saber lo que se conoce con certeza, puedo deciros solamente que, si
nuestro digno hermano E. Ashmole hubiese llevado a bien su proyecto,
nuestra fraternidad se habría hallado con respecto a él tan deudora como
los miembros de la muy noble Orden de la Jarretera.”
En 1714, paralelo con la llegada de los
Hannover al trono británico a unos siete señores que no eran Masones,
reunidos con otros que sí lo eran, pero al parecer todos socios de la
Royal Society, se les ocurrió un día en Londres, en la taberna Goose and
Gridiron Ale House, en St Paul’s Churchyard, constituirse por sí y ante
sí como Logia Masónica con el nombre de la taberna en donde se reunían.
Es difícil precisar cuál era la intención
inicial de la iniciativa. ¿Habían descubierto algo atractivo en el
método de enseñanza que se daba en el interior de las Logias a partir de
las herramientas de la albañilería? No. ¿Les parecía que los debates
deberían tener dos niveles, dependiendo del nivel intelectual de los
socios? No. ¿Era una simple travesura intelectual, surgida al calor de
unas buenas copas? Tampoco. ¿Entonces?
Desde la publicación de la primera
edición de este libro en diciembre de 2004, es frecuente que algunos
Masones no relacionados con ambientes científicos, que han tenido la
amabilidad de leer la obra, me interroguen acerca de la “Royal Society”.
Y este no es un detalle de poca monta,
puesto que la procedencia espúrea es la base del señalamiento de la
irregularidad de origen, que se le anota a la Gran Logia de Londres. Una
de las dos Obediencias que en 1813 fundaron la Gran Logia Unida de
Inglaterra (United Grand Lodge of England – UGLE), que hoy pretenden
dispersar “regularidad” por la vía de su reconocimiento unilateral a
otras grandes Logias del mundo.
El punto esencial a tener en cuenta, es
que unos Masones impulsaron y crearon en 1660 la Royal Society, y que a
su vez, cuando ocupaba la Presidencia de esta Sociedad Sir Isaac Newton
(17031727), algunos de sus miembros Masones y no Masones se inventaron
la Gran Logia de Londres, en el marco de la disputa surgida por la
llegada al trono de Inglaterra, en 1714, de Jorge I, perteneciente a la
dinastía extranjera alemana de los Hannover, la cual debió enfrentar
desde el principio la oposición aguerrida de escoceses, no pocos
ingleses e irlandeses, los Masones y los católicos, que querían ver
gobernando a Jacobo, último vástago de la dinastía Estuardo, conocido
como el Viejo Pretendiente.
El hecho político real consistía en que
–en palabras del ilustrado Masón socorrano Gabriel Dávila Mejía– “El
problema que enfrentaron los Hannover con la Masonería es que el gremio
se desarrolló como una organización Jacobita (relativa a Jacobo
Estuardo), entonces observaron las tradiciones Masónicas como una
amenaza para la estabilidad de su linaje.”
Por efecto dominó, en esta disputa se
encontraban en peligro los miembros de la Royal Society en virtud de la
doble militancia que poseía la mayoría.
Es en este contexto, en que la decisión
política de los Masones ingleses y los miembros de la Royal Society
consistió en crear distancia con respecto a sus Hermanos que apoyaban la
Casa Estuardo –circunstancia, que frecuentemente se pagaba con la vida–
fundando una Gran Logia en Londres el 24 de junio de 1717 partidaria
del Rey Hannover, enfrentada a la Masonería tradicional que ya contaba
con ramas en Francia, Holanda, Irlanda, Escocia y las colonias
británicas de Norteamérica, y por reflejo colocar a buen recaudo a la
Royal Society de la animadversión real.
Los historiadores se refieren a estas dos
líneas evolutivas de la Orden como “Masonería Hannoveriana” y
“Masonería Jacobita”. La primera se tornaría en “la Masonería” en Gran
Bretaña, al tiempo que se eliminaría a la segunda. A su vez, la
“Jacobita” –ya sin este mote– a lo largo de los setecientos se
extendería primeramente a Francia, Holanda y España, y desde allí,
contagiado su ideario con el liberalismo francés, se difundiría por todo
el mundo hasta llegar a Latinoamérica a principios del siglo XIX a lomo
de caballo de los movimientos independentistas. Pero esta conversión de
jacobitas en jacobinos, es otra historia.
De todos modos, hay que reconocer que la
decisión novedosa de Londres posibilitó el nacimiento de una Masonería
que en esa ciudad reuniera a antiguos enemigos políticos y académicos
con el fin de estudiar y cultivar las ciencias experimentales y la
filosofía, bajo la premisa de prohibir en su seno las discusiones sobre
asuntos de Estado y teología.
Por otra parte, y dicho sea a manera de
ilustración, desde 1371, catorce Estuardo dirigieron Escocia
consecutivamente, y los últimos seis también reinaron simultáneamente en
Inglaterra, hasta cuando la corona pasó a la Casa Hannover. El hecho de
que los Estuardo fueran protectores de la Masonería en Escocia y que se
hubieran iniciado en ella sus últimos reyes, desde que Jacobo I lo hizo
en 1601, generó que la Orden fuera incondicional con ese linaje cuando
perdió el reino en 1714.
Por esta vía, desde 1714 en el lenguaje
Masónico, los términos “Escocés” y “Antiguo” resaltan el pasado escocés
de la Masonería en contraste con el relato oficial inglés que sostiene
que la Masonería moderna nace en Londres en 1717 de la conjunción de
cuatro Logias. Versión que ha contado con mucha difusión ya que como
recuerda Robert Lomas en su libro El Colegio Invisible, El papel de la
Masonería en el Nacimiento de la Ciencia Moderna (Impresiones Gráficas
de Arte Mexicano, S. A. de C. V., México D. F. 2003): “la historia la escriben los vencedores”.
Esta anécdota, que en otro contexto
podría ser un mal chiste, fue en realidad el evento que dio el puntapié
inicial a la Masonería Moderna, y del cual se quiere hacer emanar la
Regularidad.
Los innovadores iniciales convocaron a
otros cinco grupos de legos en Masonería que se definían a sí mismos
como “hombres libres y de buenas costumbres”, para estudiar la
posibilidad de crear una asociación que combinara la estructura
organizacional y el lenguaje arquitectónico de las Grandes Logias
Masónicas que ya existían en Escocia, Irlanda, y en la misma Inglaterra,
en la ciudad de York, con la característica adicional de ser un punto
de encuentro neutral de personas de diferentes ideologías, a semejanza
de lo que entonces practicaba la Royal Society en esa ciudad.
Dos grupos no estuvieron de acuerdo y se
apartaron desde el principio de la iniciativa, y los otros cuatro se
declararon a sí mismos como Logias Masónicas y fundaron la Gran Logia de
Londres en 1717. Esas cuatro “Logias” fundadoras –salidas de la nada–
se denominaron: La Oca y la Parrilla, La Corona, El Manzano, y El
Cubilete y las Uvas, tomando como nombre el de las tabernas en donde se
reunían a comer y beber.
En principio la Gran Logia de Londres no
tenía un objetivo trascendental. Sus fundadores no aspiraban más allá
que elegir un Gran Maestro que sirviera de líder y reunirse dos veces al
año en los días de los solsticios de verano y de invierno. Pero lo
primero era alejarse de los Jacobitas.
Los primeros Grandes Maestros de la Gran Logia de Londres fueron:
a) Anthony Sayer, elegido en 1717, por un año, en el cual logró jurisdiccionar dos Logias nuevas.
b) George Payne, elegido por un año en 1718 y 1720, era un anticuario que reunió una importante colección de documentos antiguos de las Logias Operativas, y profirió con base en ellos 39 Ordenanzas Generales. En 1721 encomendó a James Anderson, Pastor presbiteriano y miembro de la Royal Society que a la sazón oficiaba de guía religiosa de uno de los grupos fundadores, la revisión de estas Ordenanzas con el fin de dotar a la Gran Logia de un cuerpo normativo que regulara sus trabajos. Cometido que se cumplió en tres meses y su resultado sometido a una Comisión de estudio, para que fuera finalmente aprobado y publicado en 1723 bajo el título de La Constitución de los Francmasones durante la Gran Maestría de Felipe, Duque de Wharton.
c) Theofilo Desaguliers, elegido en 1719, participó activamente en el estudió de las 39 Ordenanzas Generales. Era yerno de James Anderson, miembro de la Royal Society, científico destacado y Pastor anglicano.
d) Juan, Duque de Montagú, elegido en 1721 y reelegido en 1722, de su labor se destaca la intención de convertir a la nueva Gran Logia en un cuerpo regulador, atrayendo de paso a Logias ubicadas fuera de Londres.
e) Felipe Wharton, elegido en 1722. Al momento de su ascenso a la Gran Maestría contaba con 23 años de edad, gozaba de un pésimo prestigio social, y la monarquía británica protestante le acababa de otorgar el título de Duque por su exitosa campaña de exterminio de católicos en Irlanda. Le correspondió en suerte la aprobación definitiva y la publicación de La Constitución de los Francmasones, conocida desde entonces como Las Constituciones de Anderson.
Felipe de Wharton murió en la indigencia
en el Convento de Bernardine, en Cataluña, España, el 31 de mayo de
1731, luego de haber ayudado a difundir la Masonería Hannoveriana en
Francia y España, país en donde también fue su primer Gran Maestro. Aún
reposan sus restos allí, aunque hoy del lado exterior de los muros del
Convento por cuanto el general Francisco Franco en su obsesión
antimasónica los hizo desenterrar de la “tierra santa”.
De esta historia resultó que los
artículos 1° y 2° de las célebres Constituciones de Anderson, de 1723,
que definen a la Masonería Moderna, son una copia idéntica a sus pares
de la Constitución de la Royal Society. Posteriormente estas
Constituciones de Anderson fueron reformadas en 1738.
La primera logia masónica de España
En
1952, el general Francisco Franco visitó el monasterio de Poblet, que
acaba de ser restaurado. Después de la visita y antes de partir dio una
orden al abad que dirigía el lugar: debía retirar de aquel santuario la
tumba de un tal duque de Wharton. Este era un inglés que por haber
fallecido allí en 1731 había sido sepultado en el monasterio.
Franco había escrito no mucho antes sobre este hombre lo siguiente: “Desde
que Felipe Wharton, uno de los hombres más pervertidos de su siglo,
fundó la primera logia de España hasta nuestros días, la masonería puso
su mano en todas las desgracias patrias”.
Los masones eran una de las bestias
negras en la mente del franquismo y por eso aquel Wharton era un hombre
tan molesto para el propio Franco. La primera logia masónica española
había sido fundada por ese duque de Wharton, entre otros, en 1728 en un
hotel de Madrid.
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