En la Biblia se los llama "magos", a secas, siendo mencionados una sola
vez: "Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey
Herodes, unos magos llegaron de Oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde
está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella
en Oriente y venimos a adorarlo.(...) abrieron sus cofres y le
ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (...)"
El profesor Alfonso Di Nola, experto italiano en Historia de las Religiones y autor de textos fundamentales que han ayudado a esclarecer al respecto, señala: "Los Magos son personajes del Evangelio, aunque se mencionan exclusivamente en el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo. No son ni tres, ni reyes. Son mencionados de manera imprecisa como "magos" y provienen de un Oriente también indeterminado.(...) Posteriormente los textos apócrifos harán de ellos personajes más complejos, estableciendo que eran tres, y ricos... Pero en un principio no eran así".
El historiador Armando Alfonso Piñeiro se refiere al tema en su libro "Los fantasmas del pasado" donde escribe que los magos eran "sacerdotes y astrónomos de origen persa, como lo probaría el uso de camellos para transportarse hasta Belén. Vivían en Comagenes, diminuto reino ubicado al norte del río Eufrates y como rendían culto al Zoroastro, era imposible que fueran astrólogos. En aquella época se llamaban magos, precisamente, a los astrónomos y en general a todo docto personaje". También Emilio J. Corbiere pensaba así. Entre los investigadores hay acuerdo en esto.
Grabados antiguos representan a los viajeros vestidos con túnicas ceñidas a la espalda, sobre la cual flota el manto echado hacia atrás. Gorros frigios y las piernas desnudas o cubiertas con polainas apretadas, según la costumbre persa.
También hay polémica sobre la cantidad de magos que integraba aquel célebre grupo que, según los casos, fluctúa entre cuatro y doce. Explica Alonso Piñeiro que "en el siglo V el Papa San León dictaminó que eran tres. Ello no sólo coincide con numerosos testimonios coetáneos, sino también con el sugestivo hecho de que los regalos obsequiados al Niño Jesús eran oro, incienso y mirra. Vale decir, uno por cada visitante". Di Nola coincide con esta postura: "Es a causa de los dones que presentan al niño Jesús, el oro, el incienso y la mirra, que ellos se convirtieron en tres para la tradición posterior. Anteriormente eran catorce". Prueba de estas diferencias numéricas se ven reflejadas en las pinturas alegóricas del siglo tercero representando a dos magos solamente así como las realizadas doscientos años más tarde que elevan la cifra a cuatro. Algunos manuscritos armenios de la época, refieren doce; tal vez uno por cada signo del Zodíaco.
El teólogo cristiano Orígenes (n185/m284) refirió que no podía haber más ni menos magos que regalos recibiera Jesús, por lo que la cifra quedó establecida en tres.
De acuerdo a los libros litúrgicos los "Reyes Magos" recibieron tal denominación recién a partir del siglo VI. Un siglo después adquirieron nombres y fisonomía propia. Fue cuando el historiador y monje benedictino inglés Beda, el Venerable (n673/m735), sentenció: "Melchor era anciano, de larga y poblada barba; Gaspar, joven, lampiño y rubio, y Baltazar negro con espesa barba".
Algunos historiadores sostienen que los "magos" murieron en el año 54, después de celebrar juntos la Navidad. Tras siglos de peregrinaje, sus restos alcanzaron reposo en tierra alemana.
Alonso Piñeiro concluye: "(...) en la bella Catedral de Colonia admiré el sepulcro de los famosos Reyes, consistente en una urna de oro y plata de trescientos cincuenta kilos de peso. ¿Cómo llegaron esos restos de hasta la cautivante ciudad germana? En lo que fue, sin duda, la primera expedición arqueológica de la historia Elena, la madre de Constantino el Grande – fundador del Imperio Bizantino – encontró la Cruz en la que Cristo fue crucificado, la corona de espinas y los restos de los Reyes Magos. Posteriormente, éstos fueron trasladados desde Palestina – lugar del hallazgo – hasta Constantinopla (...) tiempo después hubo otra mudanza, en esa ocasión hasta Milán. En el año 1164, el emperador Federico Barbarroja le regaló la urna al obispo de Colonia, quien hizo edificar lo que al tiempo sería la actual y bellísima Catedral homónima.(...) Como se supone que los Magos murieron martirizados, se fijaron las fechas respectivas de su martirologio: el 1 de enero San Gaspar; el 6 de enero San Melchor y el 11 de enero San Baltasar".
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magister en Psicoanálisis y docente en la Universidad de Buenos Aires. Autor de “Jesús de Nazareth. La biografía prohibida”, Ediciones Nowtilus (Madrid) y “Sociedades secretas: Masonería, Templarios, Rosacruces y otras ordenes esotéricas”, Editorial Albatros (Buenos Aires.)
El profesor Alfonso Di Nola, experto italiano en Historia de las Religiones y autor de textos fundamentales que han ayudado a esclarecer al respecto, señala: "Los Magos son personajes del Evangelio, aunque se mencionan exclusivamente en el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo. No son ni tres, ni reyes. Son mencionados de manera imprecisa como "magos" y provienen de un Oriente también indeterminado.(...) Posteriormente los textos apócrifos harán de ellos personajes más complejos, estableciendo que eran tres, y ricos... Pero en un principio no eran así".
El historiador Armando Alfonso Piñeiro se refiere al tema en su libro "Los fantasmas del pasado" donde escribe que los magos eran "sacerdotes y astrónomos de origen persa, como lo probaría el uso de camellos para transportarse hasta Belén. Vivían en Comagenes, diminuto reino ubicado al norte del río Eufrates y como rendían culto al Zoroastro, era imposible que fueran astrólogos. En aquella época se llamaban magos, precisamente, a los astrónomos y en general a todo docto personaje". También Emilio J. Corbiere pensaba así. Entre los investigadores hay acuerdo en esto.
Grabados antiguos representan a los viajeros vestidos con túnicas ceñidas a la espalda, sobre la cual flota el manto echado hacia atrás. Gorros frigios y las piernas desnudas o cubiertas con polainas apretadas, según la costumbre persa.
También hay polémica sobre la cantidad de magos que integraba aquel célebre grupo que, según los casos, fluctúa entre cuatro y doce. Explica Alonso Piñeiro que "en el siglo V el Papa San León dictaminó que eran tres. Ello no sólo coincide con numerosos testimonios coetáneos, sino también con el sugestivo hecho de que los regalos obsequiados al Niño Jesús eran oro, incienso y mirra. Vale decir, uno por cada visitante". Di Nola coincide con esta postura: "Es a causa de los dones que presentan al niño Jesús, el oro, el incienso y la mirra, que ellos se convirtieron en tres para la tradición posterior. Anteriormente eran catorce". Prueba de estas diferencias numéricas se ven reflejadas en las pinturas alegóricas del siglo tercero representando a dos magos solamente así como las realizadas doscientos años más tarde que elevan la cifra a cuatro. Algunos manuscritos armenios de la época, refieren doce; tal vez uno por cada signo del Zodíaco.
El teólogo cristiano Orígenes (n185/m284) refirió que no podía haber más ni menos magos que regalos recibiera Jesús, por lo que la cifra quedó establecida en tres.
De acuerdo a los libros litúrgicos los "Reyes Magos" recibieron tal denominación recién a partir del siglo VI. Un siglo después adquirieron nombres y fisonomía propia. Fue cuando el historiador y monje benedictino inglés Beda, el Venerable (n673/m735), sentenció: "Melchor era anciano, de larga y poblada barba; Gaspar, joven, lampiño y rubio, y Baltazar negro con espesa barba".
Algunos historiadores sostienen que los "magos" murieron en el año 54, después de celebrar juntos la Navidad. Tras siglos de peregrinaje, sus restos alcanzaron reposo en tierra alemana.
Alonso Piñeiro concluye: "(...) en la bella Catedral de Colonia admiré el sepulcro de los famosos Reyes, consistente en una urna de oro y plata de trescientos cincuenta kilos de peso. ¿Cómo llegaron esos restos de hasta la cautivante ciudad germana? En lo que fue, sin duda, la primera expedición arqueológica de la historia Elena, la madre de Constantino el Grande – fundador del Imperio Bizantino – encontró la Cruz en la que Cristo fue crucificado, la corona de espinas y los restos de los Reyes Magos. Posteriormente, éstos fueron trasladados desde Palestina – lugar del hallazgo – hasta Constantinopla (...) tiempo después hubo otra mudanza, en esa ocasión hasta Milán. En el año 1164, el emperador Federico Barbarroja le regaló la urna al obispo de Colonia, quien hizo edificar lo que al tiempo sería la actual y bellísima Catedral homónima.(...) Como se supone que los Magos murieron martirizados, se fijaron las fechas respectivas de su martirologio: el 1 de enero San Gaspar; el 6 de enero San Melchor y el 11 de enero San Baltasar".
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magister en Psicoanálisis y docente en la Universidad de Buenos Aires. Autor de “Jesús de Nazareth. La biografía prohibida”, Ediciones Nowtilus (Madrid) y “Sociedades secretas: Masonería, Templarios, Rosacruces y otras ordenes esotéricas”, Editorial Albatros (Buenos Aires.)
Por el V.: H.: Antonio LAS HERAS
Hermano de la Orden Masónica Internacional Mixta "Le Droit Humain" y Gran Prior Magister para la Argentina de la Soberana Orden Civil y Militar del Templo de Jerusalém.
Hermano de la Orden Masónica Internacional Mixta "Le Droit Humain" y Gran Prior Magister para la Argentina de la Soberana Orden Civil y Militar del Templo de Jerusalém.
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