En la
guerra civil de los Supremos (1840) Núñez, adolescente de 15 años, se
afilió al bando revolucionario y tomó parte en el sitio a su
ciudad natal, Cartagena, defendida, entre otros, por su padre,
quien apoyaba la causa legitimista. Cuatro años después el
coronel Francisco Núñez se estremecía aún ante la terrible
obligación en que se encontró "al dirigir tiros de muerte a mis
propios hijos que veía y no podía salvar".
A
fines de 1844, Núñez se gradúa de abogado en la Universidad del
Magdalena e Istmo, hoy de Cartagena. En febrero del 45 es abogado
defensor de pobres en su ciudad y posteriormente es nombrado juez
interino del segundo circuito de Veraguas, es decir, del cantón
de Alanje, con residencia en David (Panamá). Allí conocerá a
Dolores Gallego, su futura esposa.
El
acceso del liberalismo al poder con el general José Hilarlo López,
elegido por el Congreso en tumultuosa sesión del 7 de marzo de
1849, le abre perspectivas a Núñez. El nuevo gobernador de la
provincia de Cartagena es el popular general José María Obando,
recién llegado de un largo e injusto destierro. Al
posesionarse, Obando nombra secretario general a Núñez, quien
en pocos meses era el principal animador de la Sociedad
Democrática de Cartagena y uno de los más densos colaboradores
del periódico La Democracia. Su principal tarea administrativa
fue combatir la feroz epidemia de cólera que asoló a Cartagena y a
otras regiones de la Costa. Cuando renuncia Obando, su
sucesor, Pablo de Alcázar, ratifica a Núñez y lo mismo hará el
siguiente gobernador, general Tomás Herrera.
A
mediados de 1851, Núñez viaja a Panamá para contraer matrimonio con
Dolores Gallego, el 13 de junio de 1851, en David. Es elegido poco
después representante a la Cámara por la provincia de
Chiriquí, pero no tiene prisa por llegar al Congreso. (Además,
su esposa nunca quiso acompañarlo a Bogotá y prefirió siempre
quedarse en Cartagena con su suegra, o en Panamá con su
familia). Durante 1852 se desempeña como secretario general del
nuevo gobernador de Cartagena, el ilustrado general Juan José
Nieto, quien también lo nombró rector del Colegio Nacional
(Universidad) de Cartagena.
El
Congreso de 1853 iba a tener trascendencia histórica, pues en él se
iba a aprobar el proyecto, pasado en primera vuelta en 1851, que
reformaría la Constitución centralista de 1843. Núñez renuncia a
sus posiciones en Cartagena y viaja solo a Bogotá. Su debut
político es ruidoso. En sendos artículos combate las ideas
federalistas de Florentino González y las "socialistas" de
Manuel Murillo Toro.
En 1854
sostiene, como vocero de una Cámara liberal, la poco conocida
polémica con Julio Arboleda, presidente de un Senado conservador: Núñez
enfrentó con argumentos jurídicos el brillante alegato político
del ilustre jefe caucano. También presentó en la Cámara un
importante proyecto de ley de reforma monetaria, otro que
declaró franco el puerto de Cartagena y un tercero sobre
naturalización de extranjeros. Todo ello le vale ser elegido
presidente de la Cámara, donde predominan los gólgotas. Se
produce entonces el golpe del general José María Melo, que todo
el mundo veía venir, menos el ingenuo presidente Obando. Núñez
debió exiliarse en compañía del designado Tomás Herrera y del
vicepresidente Obaldía en la Legación de Estados Unidos. Derrotado Melo
por una amplia coalición nacional (en la cual Núñez tuvo
decisiva actuación al deponer al gobernador melista de
Cartagena, Juan José Nieto, y asumir él mismo las riendas de
esa gobernación), es elegido vicepresidente el conservador
Manuel María Mallarino, quien, por haber finalizado el período
de Obaldía, se posesiona de la Presidencia el 1o. de abril de
1855; nombra un gabinete nacional, del cual es ministro
(secretario) de Guerra Rafael Núñez, cuya labor allí es tan interesante
que pasaría poco después a ocupar el de Hacienda, donde realiza
una tarea de verdadero estadista saneando las finanzas
nacionales. Fue esta actuación la que, casi veinte años
después, induciría a algunos copartidarios a lanzar su
candidatura presidencial en 1875.
Núñez
asistió durante algunas semanas a la Convención de Rionegro (hasta
fines de febrero de 1863) como representante del Estado de Panamá, y
aprovechó el hecho de que su credencial se había puesto en
tela de juicio por un cambio de gobierno en ese Estado para
renunciar y trasladarse a Nueva York, a mediados de 1863, en
donde vivió dos años con Gregoria de Haro, mientras colaboraba
en el periódico español El Continental y en publicaciones como La Opinión, de Bogotá, y El Nacional,
de Lima. Sorpresivamente, en mayo de 1865, Núñez es nombrado
por Murillo Toro cónsul en El Havre, y allí se traslada a fines
de junio con la firme decisión de llevar a doña Gregoria, quien viajó a
fines de noviembre de 1865 instalándose con Núñez en París, a
sólo cuatro horas de El Havre en tren. A ella le sienta mal el
húmedo clima del invierno francés y decide retornar a Nueva
York en febrero o marzo del 66 (doña Gregoria sólo estuvo en
Europa tres o cuatro meses, contra lo que afirman algunos
historiadores, y nunca más volvió a ver a Núñez. Aquel amor
fogoso se fue transformando en una fría amistad por
correspondencia y ella se casó finalmente, hacia 1873, con el señor H.P.
Gad, escandinavo nacido en las Islas Vírgenes).
Entre
tanto, continuó como cónsul en El Havre y desde fines de 1869 en
Liverpool, escribiendo agudos artículos políticos y sociales,
reunidos en sus Ensayos de crítica social (Ruán, 1874).
Nombrado secretario de Guerra y Marina, no debió hacerle gracia
que se le designara en ese Ministerio carente de importancia, y
prefirió esperar ocasión más propicia para volver a la patria,
declinando el nombramiento.
Otero
Muñoz afirma que Núñez fue elegido senador desde 1873 por el
Estado de Bolívar, pero solamente desembarca en Cartagena el 2 de
diciembre de 1874. Lo primero que hizo después de saludar a sus
familiares y abrazar a su madre, fue tomar prestado un caballo para
dirigirse a casa de Soledad Román en El Cabrero.
Doña
Soledad se acercaba ya a los 40 años y permanecía soltera. En su
retiro de Liverpool debió Núñez pensar que esa mujer distinguida,
inteligente y fina, a quien había conocido y admirado en Cartagena
cuando era adolescente, podría convertirse en compañera ideal
de sus años de madurez. Después de haberse decretado, según las
leyes vigentes, el divorcio de su primera esposa Dolores
Gallego, Núñez contrajo matrimonio civil con doña Soledad, el
14 de julio de 1877, encontrándose ella en París y mediante
poder otorgado por Núñez a su cuñado Eduardo Román para que le
representara en la ceremonia. Este matrimonio se elevó a
"categoría de sacramento" el 23 de febrero de 1889, en presencia de
Eugenio Biffi, obispo de Cartagena.
Entre
tanto, un grupo de jóvenes radicales y liberales independientes,
cansados del ambiente cada vez más asfixiante que Murillo Toro había
impuesto a su gobierno y al de su sucesor Santiago Pérez, lanzó
en 1875 la candidatura de Núñez. Rápidamente adquirió amplio
respaldo nacional, especialmente entre los jóvenes y entre los
liberales del Cauca y de los tres estados de la Costa
Atlántica. Pero Murillo Toro y Pérez actuaron con rapidez y
sectarismo: desconociendo la voluntad popular, cambiando a
través de golpes de estado los gobiernos favorables a Núñez y
presionando la opinión de distintas maneras, lograron que el Congreso
declarara electo a su candidato Aquileo Parra, en febrero de
1876.
En cambio, el triunfo de Núñez
en 1879 fue fácil. El país experimentó durante su período
presidencial (1880-1882) una paz absoluta, que permitió a su
gobierno adelantar una provechosa tarea administrativa, con la
creación del Banco Nacional, un tímido restablecimiento de
tarifas proteccionistas que estimularon el incipiente desarrollo
industrial, la iniciación de la construcción del ferrocarril
Bogotá-Girardot y su impulso al panamericanismo y al arbitraje como
solución pacífica de conflictos internacionales.
Núñez
volvió al poder en 1884, con un ligero atraso por causas de salud,
que los radicales aprovecharon para tratar de malear al encargado
de la Presidencia, general Ezequiel Hurtado. Al posesionarse,
Núñez nombró ministros de Gobierno sucesivamente a dos amigos
radicales y ofreció reformar la desprestigiada Constitución de
1863, de común acuerdo con los gólgotas, pero aquéllos juzgaron
que eso era demasiado bello para ser cierto. Exaltados jóvenes
radicales de Santander iniciaron la guerra de 1885, "la más
insensata de nuestras guerra civiles", y convencieron al
prestigioso jefe liberal Sergio Camargo para que se pusiera al frente
de ella. Núñez tomó entonces el único camino que se dejaba
abierto a su instinto de supervivencia política: llamó en su
apoyo al partido conservador, y con él venció a los radicales
en el histórico combate de La Humareda. Ante una enorme
multitud Núñez, desde el balcón del palacio, pronunció su
famosa frase: "La Constitución de 1863 ya no existe". La
fundación del Partido Nacional fue la consecuencia lógica.
Núñez
convocó de inmediato un reducido Consejo de Delegatarios,
integrado por nueve liberales independientes y nueve conservadores,
nombrados por los Estados, ante los cuales pronunció el 11 de
noviembre de 1885 un célebre discurso. El Consejo de
Delegatarios adoptó las bases de la nueva Constitución, que
recibieron el respaldo unánime de las municipalidades. La
Constitución de 1886 restableció la unidad política de la
nación, eliminó las principales causas del desasosiego y del
desgobierno y dio comienzo a la normalización de las relaciones con la
Iglesia, perfeccionadas después por el Concordato de 1887.
A
partir de 1892 gobernó Miguel A. Caro en su condición de
vicepresidente. El liberalismo independiente disminuyó casi hasta
desaparecer, la división conservadora se ahondó gravemente y el
enfrentamiento con el radicalismo adquirió características de
singular dureza. Cuando Núñez se disponía a ocupar la
Presidencia por quinta vez, le sorprendió la muerte en
Cartagena, el 18 de septiembre de 1894.
José Rafael Otazo M.
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Profesor Universitario.
Miembro de la Ilustre Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Miembro de la Digna Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Investigador en la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica.
Director de la Publicación Internacional, "Ni vestido ni desnudo"
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