Por Franklin Ugas | |
“ABSOLUTO” y “RELATIVO”
son dos términos que en el mundo oriental y en el occidental han
suscitado terribles controversias intelectuales, arduas polémicas que
finalmente no concluyen en nada, excepto crear bandos irreconciliables. Y
es que, tal como señala el V.M. Samael Aun Weor en su libro “La Gran
Rebelión”, “dos mentes, severamente disciplinadas dentro de férreas
estructuras intelectuales, discutiendo entre sí o polemizando sobre tal o
cual realidad, creen cada una en la exactitud de su propio concepto y
en la falsedad del concepto ajeno”. Y luego pregunta el Maestro: “¿Cuál de ellas tiene la razón?, ¿quién podría, honradamente, dar garantías en uno y otro caso?, ¿en cuál de ellas el concepto y la realidad resultan iguales?”
El hecho es que, a causa de las opiniones encontradas, el mundo está dividido en dos grandes grupos: los materialistas y los espiritualistas (véase conferencia del V.M. Samael titulada “Espiritualismo, Materialismo y Dialéctica”).
Para
los secuaces del materialismo dialéctico todo es relativo, y en base a
esta premisa de Lógica Formal afirman que “nada puede trascender esa
misma relatividad”, que “lo absoluto es inexistente”, mientras que en el
terreno del espiritualismo, con sus diversas formas, los jerarcas
establecen “dogmas de fe” que deben ser aceptados en calidad de
“verdades absolutas” e incluso “indiscutibles”, so pena de “excomunión”.
Curiosamente,
y dentro del espiritualismo de finales del siglo XIX y comienzos del
siglo XX, las organizaciones pseudo-esoteristas también han implantado
dogmas con carácter “absoluto”, determinante y concluyente, como es el caso del dogma de la evolución, copiado del cientificismo materialista y trasplantado a las doctrinas que tratan del posible desarrollo interior del hombre.
En
ese intrincado laberinto de las opiniones, tanto los de la izquierda o
materialistas como los de la derecha o espiritualistas son creyentes y
hasta empíricos, pero nunca científicos o conocedores por experiencia
directa de lo que con tanto “rigor lógico” plantean.
La Gnosis de todos los tiempos, esa que siempre ha enseñado cómo lograr la apertura de la Mente Interior para poder pensar con verdadera libertad, sin dogmatismos de ninguna especie afirma que “lo Absoluto sí existe” y que “él
es la causa-causorum u origen real de la gran maquinaria de la
relatividad, es decir, del Infinito Universo con sus diferentes
dimensiones y la variada gama de fenómenos que en él se procesan”.
Los orientales llaman “Paratantra”
al mundo fenoménico donde todo es dual y relativo, sometido a cambios o
transformaciones incesantes, pero lo que comúnmente ignora el
pensamiento religioso y científico es que además de esa dualidad
mecánica existe una tercera fuerza que reconcilia a los
contrarios, esto es: una tercera fuerza neutralizante que nos permite
llegar a la comprensión del “sí” y del “no”, del día y de la noche, de
la luz y de las tinieblas, de la vida y de la muerte, de Dios y el
Diablo, etc., hasta llegar por esa vía a la raíz misma, a las causas
primeras del dualismo.
Esta tercera fuerza, a la
cual nos estamos refiriendo, es el “TAO”, es la Conciencia Superlativa
del Ser, el Centro de un Círculo Mágico desde donde podemos evadir las
confrontaciones lógicas de la derecha e izquierda del Péndulo mediante la comprensión.
Utilizando
las capacidades investigativas de su propio Ser, el Maestro Samael Aun
Weor escudriñó en los viejos textos secretos de la sabiduría oriental y
en su obra “Mi Regreso al Tíbet” nos dice lo siguiente (Capítulo 1, “Las Siete Eternidades”):
“El Espacio Abstracto Absoluto es la causa-causorum de todo lo que es, ha sido y será. El Espacio profundo y dichoso es, ciertamente, la Incomprensible Seidad, la mística raíz inefable de los siete cosmos, el origen misterioso de todo eso que conocemos como Espíritu, Materia, universos, soles, mundos, etc. Eso, lo Divinal, el Espacio de la Felicidad, es una tremenda realidad más allá del Universo y de los Dioses”... “Aquello no tiene dimensión alguna y en verdad es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será; es la vida que palpita intensamente en cada átomo y en cada Sol”...
Prosigue el V.M. Samael su escrito diciéndonos que
“Aquello –el Absoluto– es la raíz del Espíritu y de la Materia, más no es lo uno ni lo otro. Aquello trasciende las leyes de Número, Medida y Peso, lado por lado, cantidad, cualidad, adelante, atrás, arriba, abajo, etc. Aquello es eso que tiene realidad más allá del pensamiento, del verbo y del acto; Aquello no es del Tiempo y está más allá del silencio y del sonido y de los oídos para percibirlo; Aquello es lo Inmutable en profunda abstracción divinal, luz que jamás ha sido creada por ningún Dios ni por ningún Hombre; Aquello es eso que no tiene nombre”
Más adelante el Maestro explica cuál es “la primera diferenciación o modificación de Aquello ante lo cual tiemblan los Dioses y los Hombres”, y nos habla del “Gran Océano del Espíritu, de Brahma”, aclarando que “Brahma es Espíritu, pero Aquello, el Inmanifestado, no es Espíritu sino Luz Increada”.
Así,
pues, dialécticamente el Maestro Samael nos va haciendo inteligible
este tema de lo Absoluto y lo Relativo, de gran importancia para los
objetivos que buscamos los estudiantes de la Gnosis, pues en el ambiente
cultural-espiritual de la época moderna existe un peligro psicológico
que radica en el criterio –muy difundido, por cierto– según el cual “no
es posible llegar al conocimiento absoluto ni mucho menos a la
perfección absoluta, total, radical y definitiva”.
La
influencia nefasta de ese modo absurdo de pensar, aún no ha sido
debidamente sopesada. Sin embargo es contradictoria la actitud de los
intelectuales, ya religiosos o ya científicos, porque supuestamente lo
que se busca siempre con la educación y con los sistemas religiosos es
lo que ellos mismos denominan “la excelencia”, o sea la perfectibilidad
del género humano y sus ejecutorias.
Los teólogos occidentales, por ejemplo, lamentablemente se han embotellado en el dogma de la predestinación,
según el cual y por vía de creencia queda aceptada la posibilidad de
una “santidad” o “perfección absoluta” de ciertos personajes elegidos o
escogidos “a priori” por el Buen Dios. Entre tanto, por su lado, las
multitudes se acogen a aquello de “genio y figura hasta la sepultura”,
expresado en el refranero español, o bien justifican sus defectos
psicológicos con la frase “errar es humano”...
“No existe en las corrientes gnósticas el dogma de la predestinación. El gnóstico serio –enfatiza el V.M. Samael Aun Weor– es un elegido a posteriori”, vale decir, es un auto-elegido. Sobre el punto hay una frase que a la letra dice: “Dios no tiene hijos preferidos, Dios es el preferido de alguno de sus hijos”.
Hace falta mucho estudio reflexivo y mucho refinamiento psicológico y espiritual, real y consciente, para poder entender que existe una Vía Directa que nos lleva de regreso hacia el Absoluto.
Véase
que, no obstante, las gentes siempre buscan la estabilidad, anhelan lo
imperecedero, lo que tenga continuidad, porque –quiérase o no– tanta
relatividad causa desasosiego en el ignorante, mientras que el gnóstico o
conocedor se empeña en trascender lo Relativo con el propósito de
afianzarse en lo Absoluto.
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