Vanderlei Salvador Bagnato es
un notable miembro de la masonería. Integrante de la benemérita logia Estrella
de Libertad número 2877, Oriente de San Carlos en San Paulo, Brasil. Pero este
particular no apareció en la hoja de vida publicada por la Sala de Prensa del
Vaticano el pasado 7 de noviembre cuando el Papa lo nombró como miembro de la
Academia Pontificia para las Ciencias. Ahora diversas voces en Sudamérica se
preguntan, ¿es posible que la Iglesia católica haya cambiado su doctrina con
respecto a las sociedades secretas?
Nacido el 28 de septiembre de 1959, doctorado por
el Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos, Bagnato es
profesor ordinario en la Universidad de Sao Paulo. Su destacada labor en el
campo del enfriamiento laser, de la captura de átomos neutros y de la
aplicación de la óptica en el ámbito de la salud le han valido el
reconocimiento de la comunidad científica internacional. De eso no hay dudas.
Por primera vez en Brasil, bajo su guía, un
equipo de investigación emprendió recientemente un estudio sobre el uso clínico
de la terapia fotodinámica para el tratamiento del cáncer y el control
microbiológico. Como bien reconoció El Vaticano en su comunicado de noviembre,
cuando anunció su designación, “el profesor Bagnato mantiene estrechas relaciones
internacionales con instituciones de todo el mundo. Además se dedica a la
difusión de la ciencia gracias a un canal televisivo y a una serie de reseñas
públicas”.
Todo esto parece justificar, al menos en teoría,
su inclusión en el organismo pontificio. Ya en el pasado otros nombramientos
similares han suscitado polémicas. Y en esos casos la respuesta oficial ha sido
que los miembros no deben ser forzosamente católicos, ni siquiera creyentes.
Pueden ser incluso ateos, porque el criterio de selección se basa únicamente en
sus logros científicos.
Pero la integración de una figura descollante de
la masonería sudamericana en la academia vaticana no puede pasar desapercibida.
Especialmente porque en Brasil se ha difundido la idea según la cual la Iglesia
ya no condena a los fieles que forman parte de sociedades secretas como esa.
Cosa del todo falsa, como lo explicó una nota de la Congregación para la
Doctrina de la Fe del 26 de noviembre de 1983 en la cual, el entonces cardenal
Joseph Ratzinger (hoy Benedicto XVI), aclaró que “no ha cambiado el juicio
negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas” porque sus
valores “siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la
Iglesia”.
No obstante, varios sacerdotes y obispos
brasileños se encuentran empeñados en cambiar las cosas, por una vía
directísima. Por eso han llegado a presentarse públicamente en actos masónicos
y han presidido misas celebrativas en honor de los hombres del mandil,
otorgándoles incluso la comunión eucarística.
Dos ejemplos. En abril pasado el obispo de la
diócesis brasileña de Jales, Demetrio Valentini, participó en la conmemoración
del 53 aniversario de la logia “Baltazar Coronel”. Fue recibido con honores y
pronunció un discurso en el cual aseguró que existen “tiempos propicios” para
la reconciliación entre la masonería y la Iglesia católica, que él mismo lleva
10 años trabajando en ese tema y que en el futuro, hasta su renuncia (tiene 72
años actualmente) lo seguirá haciendo. Según reveló en esa ocasión el prelado, las
“negociaciones discretas” entre católicos y masones brasileños fueron
impulsadas por el cardenal Aloísio Leo Arlindo Lorscheider, arzobispo de
Aparecida fallecido en 2007.
El segundo ejemplo (de muchos otros) tuvo lugar
el 20 de agosto último, con la celebración de una “misa conmemorativa masónica”
en la localidad de Pernambuco, diócesis de Pesqueira. El celebrante fue Geraldo
de Magela Silva, párroco de Nuestra Señora de la Concepción, templo donde se
realizó la ceremonia que tuvo como objetivo celebrar el día del masón y, por
ello, sobre el altar fueron colocados los símbolos de la escuadra y el compás.
Un gesto no sólo de sincretismo, sino también de cretinismo religioso.
Por lo pronto los masones del Gran Oriente del
Brasil ya cantaron victoria, como se puede apreciar en su sitio web (aquí)
donde, entre otras cosas, destacan que la Academia Pontificia de las Ciencias
“no es sectaria” a la hora de escoger a sus miembros.
Serafines susurran.- Que no pasó desapercibida en
El Vaticano la clamorosa ausencia física del ideólogo y “padre” de la teología
de la liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez Merino, durante el Congreso
Continental de Teología que tuvo lugar en San Leopoldo (Brasil), del domingo 7
al jueves 11 de octubre último.
Oficialmente el sacerdote dominico no estuvo
presente en la reunión por cuestiones de salud aunque se comunicó con la platea
mediante una videoconferencia desde Filadelfia, Estados Unidos, a donde sí pudo
viajar desde Perú sin problemas (físicos). No deja de ser significativa su no
asistencia porque el Congreso no sólo pretendía recordar los 50 años del
Concilio Vaticano II sino, también, el 40 aniversario de su libro “Teología de
la liberación”. Es decir, se trataba de un homenaje a su persona y su
pensamiento. Por eso él debía impartir la conferencia “La teología
latinoamericana: trayectoria y perspectivas” la noche del martes 9 de octubre.
Querubines replican.- Que en el mundo diplomático
romano se echará realmente de menos a Fortunatus Nwachukwu, hasta esta semana
jefe de protocolo de la Secretaría de Estado y nombrado, el lunes último,
nuncio apostólico en Nicaragua. Desde su puesto, este sacerdote nigeriano
gestionó en muchos aspectos las relaciones con los embajadores acreditados ante
El Vaticano. Su personalidad, discreta y afable, mantuvo aceitados unos
vínculos institucionales no siempre fáciles.
Después de cinco años en el puesto ya se esperaba
un traslado, aunque a algunos le sorprendió que fuese enviado a una embajada de
nivel menor. De todas maneras así comienza la carrera de los diplomáticos
papales, y la suya está destinada a crecer.
El nuevo jefe del protocolo será el portugués
José Avelino Bettencourt, sacerdote desde 1993, del clero de Ottawa (Canadá),
licenciado en derecho canónico, diplomático de la Santa Sede desde 1999 que ha
prestado sus servicios en la nunciatura apostólica de la República Democrática
del Congo y en la sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de
Estado vaticana.
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