Las lágrimas son la sangre del alma.
San Agustín
Nuestros grandes
paladines, los generales en Jefe Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, en sus
trayectorias como dignos soldados y ciudadanos, ofrendaron sus vidas en
beneficio de los más sublimes intereses. Como humanos tuvieron circunstancias
que los motivaron a ser sensibles a los avatares de la adversidad humana. La
historia nos refiere momentos estelares en nuestros forjadores de repúblicas
libres, manifestados en lágrimas de dolor, de emoción y de gratitud; hablaba
entonces el corazón. El 25 de julio de
1813, cuando el joven subteniente Gabriel Picón González perdió una pierna en
el combate de Los Horcones, Bolívar conmovido desde Araure le envía un
conmovedor mensaje a su progenitor Don
Antonio Rodríguez Picón:
Y tú, padre, que
exhalas suspiros
Al perder el
objeto más tierno,
Interrumpe tu
llanto, y recuerda,
Que el amor a la
Patria es primero.
En pleno fragor de
la inmortal Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, tuvo conocimiento de la
muerte de su querido perro Nevado, regalado en Mérida en mayo de 1813, cuando vio
al animal ensangrentado por un lanzazo, el Libertador se retiró en silencio, no
sin antes derramar una lágrima por el dolor que lo embargaba.
El 16 de octubre
de 1817, en horas de la tarde, en Angostura -hoy Ciudad Bolívar, el Libertador,
cuando oyó los disparos del pelotón de fusilamiento que acabó con la vida del
general en Jefe Manuel Piar, se comentó
que derramó una lágrima por tan infausta muerte.
En Valencia el
25 de junio de 1821, luego de la magistral Campaña de Carabobo, al redactar su
parte de la batalla, Bolívar, al referirse a la muerte del valeroso caraqueño
Ambrosio Plaza, diría: “El general Plaza
es acreedor a las lágrimas de Colombia”.
El 15 de diciembre
de 1819, al escribirles desde Angostura a los hermanos Francisco y Fernando
Rodríguez del Toro, diría: “Jamás pienso
en ustedes sin gemir, jamás escribo a ustedes sin llorar”.
En 1826 le
escribe al general neogranadino Francisco de Paula Santander: “Deseo ver a usted y a todos esos señores
lo más pronto posible, con las lágrimas en los ojos como dos hermanos doloridos
y tiernamente amantes de una madre que ha expirado”.
El 29 de
noviembre de 1820, Bolívar desde Trujillo, luego de haber firmado el 26 de ese
mes el “Armisticio en Trujillo con el general realista Pablo Morillo”, le
informaba en una carta al general Santander: “La pureza de este lenguaje, que es ciertamente de sus corazones, me
arrancó algunas lágrimas y un sentimiento de ternura hacia algunos de ellos”.
El general Antonio
José de Sucre de Cúcuta, al regresar los primeros días de mayo de 1830 en
comisión del Congreso, tratando de impedir por parte de las autoridades
venezolanas la ruptura de la Gran Colombia, no consiguió a Bolívar en Bogotá y
le escribe: “...Adiós, mi general, reciba
usted por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la
ausencia de usted. Sea feliz en todas partes y en todas partes cuente con los
servicios y con la gratitud”.
El 2 de julio de
1830, al conocer en La Popa de Cartagena el vil asesinato en Berruecos del Gral. Sucre, “Abel de América”; Bolívar le escribe a la viuda, doña Mariana
Carcelén y Larrea, Marquesa de Solanda... “Todo
nuestro consuelo, si es que hay alguno, se funda en los torrentes de lágrimas
que Colombia entera y la mitad de América deben a tan heroico bienhechor”...
“Dispénseme usted, señora, que deje de continuar esta carta, porque no sé cómo
exprese lo que mi ternura siente por usted y por mí”.
Evocamos en esta
oportunidad al poeta romano Ovidio en su pensamiento: “El
alma descansa cuando echa sus lágrimas y el dolor se satisface con su llanto”
Por;
Eumenes Fuguet Borregales
E.·. V.·. M.·. 2002
de la R.·. L.·. Sol de América Nº 37
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General de Brigada.
Miembro de Número de la Academia de la Historia del Edo. Carabobo.
Miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Miembro de la Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela.
Director de la Revista Internacional Historia y Tradición.
Que hermoso escrito, nunca había leído algo tocante a las lágrimas, nostalgia y tristeza por parte de nuestro Libertador y del Gran Mariscal de Ayacucho.
ResponderEliminarDemasiado bello, parece una recopilación de fábulas llenas de sentimiento, donde la fraternidad, la igualdad y la libertad hacen que los ojos brillen bajo la húmeda prolongación de una lágrima que emerge para liberar el alma! Gracias por esto!
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