Nace Juan
Germán Roscio.
Pocos hombres encontramos
en la historia como Juan German Roscio, un Hombre que no se doblegaba ni bajaba
la cabeza ante nadie como debe hacerlo todo defensor de la libertad frente a
las arbitrariedades de las tiranías.
El 27 de mayo de
1763 nace en San Francisco de Tiznados actual estado Guárico, Juan Germán
Roscio hijo de José Cristóbal Roscio, un inmigrante italiano y Paula María
Nieves nacida en la Victoria actual Edo. Aragua para entonces parte de la
Provincia de Caracas.
Los primeros diez
años de la vida de éste niño transcurren en esa pequeña aldea llanera, en medio
de un rudo paisaje de inmensos pajonales cubiertos a trechos, por matorrales
espesos.
Estudios.
Recio el ambiente y
recios los hombres que rodean esta primera infancia de nuestro héroe, el
pequeño Juan German da muestras notables de seriedad y vocación por el estudio.
Aprende primeras las primeras letras al
lado de sus Padres quienes asombrados por los
progresos del niño y por su deseo de estudiar, resuelven enviarlo a
caracas a seguir la carrera literaria.
Roscio estudia en
el Seminario de Santa Rosa donde se hace Bachiller y luego en La Real y
Pontificia Universidad de Caracas donde se gradúa como Doctor en Cánones y
Leyes el 21 de septiembre de 1794. Durante años se dedica a impartir clases como
profesor respetado por todos los que obtuvieron luces de su acrisolada
formación y enseñanzas.
Demanda al Colegio de Abogados: Nace el Hombre Recio.
Roscio entabla una
querella con el Colegio de abogados fundado en 1788, ya que sus estatutos
pedían el llamado expediente de “Limpieza de Sangre”. Inicia la pelea para su
aceptación defendiéndose con gran erudición y habilidad, alegó que todos los
hombres son iguales y sólo se diferencian por la virtud y el talento, que; que
las leyes del Reino colocaban en un mismo plano de igualdad a europeos y
mestizos, que, en consecuencia, él no habría ten ido interés en ocultar que era
nieto de una india si lo hubiera sabido; y que la supresión del término india
ni la hizo él, ni fue dolosa, ni podía impedir su ingreso al Colegio. El asunto
sube después a la real Audiencia y allí los enemigos de Roscio lo acusan de
propagador de principios revolucionarios idénticos a los de los Conspiradores
Gual y España y tildan sus ideas de sacrílegas, sangrientas y anárquicas.
Roscio se defiende con gran firmeza e indignación del “ultraje y calumniosa
persecución que padece”. Dice que al afirmar que todos los hombres nacen
iguales no desconoce que en la sociedad hay jerarquías y que así lo enseñan los
sabios autores y las Sagradas Escrituras. Roscio resuelve esperar y en 1805
introduce nueva solicitud de incorporación al Colegio y la Junta Directiva
acuerda su ingreso. Después de siete años de sonado y pelado proceso, Roscio ha
triunfado.
La Independencia.
El Doctor Roscio
como otros distinguidos varones coloniales había venido conociendo y asimilando
las nuevas ideas filosóficas y políticas que con el nombre de liberales se
difundían desde los años e la Revolución Francesa. Son principios que resumían
los franceses con su lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad” y que, en defensa
de los derechos del individuo, reaccionaban contra los sistemas políticos y
económicos absolutistas. Los filósofos Voltaire, Rousseau, Diderot, D’ Alambert
y otros muchos, habían sido los autores de los libros que los propagaban.
Se dice que probablemente
en la Casona de los Ribas ubicada en un Solar entre las actuales Equinas Jesuítas
a Maturín, lugar donde hoy se encuentra el Templo Masónico de Caracas, se
reuniría con Jose Cortés de Madariaga, Francisco Isnardy, Juan Pablo Ayala, los
Hermanos Vicente, Juan, Carlos y Mariano Salias, los hermanos Simón y Fernando Bolívar
entre otros connotados caraqueños para preparar las acciones conducentes al 19
de abril de 1810.
Poco después su
protagonismo estelar queda en la historia cuando figura como el redactor
principal del acta de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII en
1810 (Primer paso para la Independencia), luego del Acta de la Declaración de Independencia
en 1811, y recibiendo luego una
diputación de Calabozo –por esas cosas del destino yendo luego al
calabozo– y al perderse la Primera República poco después
de la Capitulación de Miranda, comienza para él y otros ilustres patricios un
largo y amargo trance lleno de penurias.
La Prisión.
Miranda es hecho
prisionero en la Guaira y Roscio, expuesto por 24 horas públicamente a los
vejámenes del populacho hostil y despojado hasta de su ropa, luego encarcelado
en húmedas mazmorras para por último ser encadenado junto a los ilustres
próceres José Cortés de Madariaga, Juan Pablo Ayala, Juan Paz del Castillo, Francisco Isnardy,
Manuel Ruiz, José Mires y Juan Barona.
Pasa dos años en
cárcel y enviado a la prisión de Cádiz y luego a Ceuta al Norte de África,
aislados del mundo y sometidos a grandes sufrimientos. Pasa el tiempo con la terrible lentitud de las
prisiones hasta que un día un joven inglés llamado Tomás Richards quien podía
visitarlos de cuando en cuando y simpatizaba con la independencia americana,
decide arriesgarse para hacerlos escapar. A fines de 1814 logra sacar en un
buque a Roscio, a Madariaga, Ayala y Paz Castillo y los Conduce a Gibraltar.
Pero al saberse la evasión el Gobernador de Ceuta reclama ante Gibraltar y este
último a pesar de que los venezolanos invocan el derecho de asilo, los entrega
de nuevo a los españoles.
Los maltratos
contra los desgraciados próceres aumentan. Éstos protestan ante las autoridades
inglesas por la conducta del Gobernador de Gibraltar. Y Richards, quien había
perdido todo en ese generoso intento, sigue a Londres y hace formidable campaña
en favor de los presos de Ceuta. El Gobierno inglés destituye al Gobernador de
Gibraltar por indigno, gestiona la libertad de los prisioneros y lo logra a
fines de 1815. Al fin, después de tantos padecimientos aquellos cuatro próceres
vuelven a ser libres. De los otro cuatro infelices patricios que Monteverde
tildó de monstruos por defender la libertad (Francisco Isnardy, Manuel Ruiz,
José Mires y Juan Barona) no se volvió a saber jamás.
Los Libertados
después de pasar unos días en Gibraltar siguen para Jamaica. Todos anhelan
seguir luchando por la libertad.
Regreso a la lucha por la Libertad.
¡Cuántas cosas
habían pasado en Venezuela durante su estadía en prisión!: La Brillante Campaña
admirable de Bolívar, nombrado Libertador, la invasión de los patriotas
orientales, los incidentes terribles de la guerra a muerte, la reacción
victoriosa de los realistas al mando de Boves, la dolorosa emigración a oriente,
los crímenes espantosos contra los vencidos, y, por último, la derrota final de
los patriotas en oriente en 1814 de la que solo algunos patriotas habían
escapado con vida.
Bolívar siempre
incansable había pasado a Nueva Granada para seguir luchando. Luego, a Jamaica
y Haití. Prepara su Primera Expedición de los Cayos desde Haití para invadir a
Venezuela y fracasa. Cuando se prepara a la Segunda expedición sabe la llegada
de los recién libertados presos de Ceuta a Jamaica. Les escribe invitándolos a
unírsele para trabajar para trabajar en la Organización Civil de Venezuela.
Roscio resuelve por los momentos, seguir hacia los Estados Unidos. Tal vez
pensaba, como Miranda antes de la caída de la Primera República, que era
necesario obtener la ayuda extranjera para el triunfo decisivo de las armas
patriotas. El 1º de enero de 1817 llega a Nueva Orleans y luego sigue hacia
Filadelfia.
Filadelfia: El Triunfo de la Libertad Sobre el
Despotismo.
Filadelfia era en
el año 1817, centro de actividades de los revolucionarios Latinaomericanos en los
Estados Unidos. Allí varios exiliados
notables de Venezuela, de Colombia (entonces Nueva Granada), de México, de
Argentina habían constituido en 1816 el Núcleo de una Junta revolucionaria. Y
todos trabajaban activamente por lograr la ayuda norteamericana en favor de la
independencia del resto de América.
En Filadelfia
publica obra Cumbre y una de las más importantes del pensamiento
Latioameriacano: el Libro titulado “El Triunfo de la Libertad Sobre el
Despotismo” expresión de su pensamiento republicano y su fe religiosa. Venía
meditando desde hacía mucho tiempo y lo había madurado en su cautiverio. Allí
demuestra admirablemente entre poderosos argumentos por la libertad y en
“desagravio por la religión ofendida por el déspota que la invoca en su despotismo”,
que se puede ser católico y al mismo tiempo luchar por la independencia,
apoyándose para eso en pasajes de las Sagradas Escrituras, de la historia y de
la filosofía.
No olvidemos que la
justificación política y teológica de la monarquía estriba en que la soberanía
estaba en manos del Rey por decisión divina y, según los esgrimidores de esta
tesis, ello constaba en la Biblia. De modo que para Roscio va a ser fundamental
demostrar lo contrario. Desde el Capítulo II de su libro sus esfuerzos se
expresan abiertamente:
“Por más que se afanen los déspotas y sus cortesanos, la
soberanía ha sido y será siempre un atributo natural, e inseparable del pueblo.
Éste es un dogma político y cuasi religioso, que no puede recibir lesión alguna
en el presente texto, ni en otros concordantes, que por ignorancia o malicia se
han extraído de unos libros destinados, no a la enseñanza del derecho natural y
de gentes, sino a la instrucción de otro orden de cosas”.
Manifiesto de Voluntad Firme.
En abril de 1818
hallándose gravemente enfermo y sin saber si el destino le daría fuerzas para
sobrevivir, Roscio redacta un testamento donde expone al lado de su fe
religiosa, sus convicciones políticas. Su Primera Cláusula Comienza:
“Primeramente
declaro y confieso que profeso la religión santa de Jesucristo , y, como más
conforme a ella, profeso y deseo morir bajo el sistema republicano, y protesto
contra el tirano y despótico gobierno de monarquía absoluta, como el de
España”.
Declaración
candorosa, pero que nos da idea de la fuerza de las convicciones del notable
hombre.
Dispone luego que
sus bienes se dediquen a continuar su lucha por la independencia de su país;
que se publique un manuscrito que deja intitulado “Catecismo religioso y
político contra el Real Catecismo de Fernando VII”; y entre otras disposiciones
no olvida recomendar al inglés Tomás Richards a la generosidad del pueblo de
Venezuela. El Manuscrito no se ha encontrado nunca.
Roscio convalece de
su enfermedad y enterado de los triunfos de Bolívar y de la reorganización del
gobierno republicano de Angostura, emprende el viaje de regreso a su país.
Vuelta a la Patria.
A mediados de 1818
llega Roscio a Angostura y se une a sus compañeros patriotas. Para aprovechar su valiosa experiencia Bolívar
designa al recio abogado Director de Rentas y Secretario de Hacienda y éste
entra a formar parte del Consejo de Estado donde sus orientaciones son de
inmensa utilidad a la causa patriota. El antiguo conjurado del 19 de abril, al
reincorporarse a la lucha independentista en el propio suelo, vuelve a los
lugares de primer plano, a los cargos donde se requieren las máximas
capacidades en tiempo de una dura guerra.
Justo reconocimiento no sólo a su útil trayectoria, a su rectitud y a
los sacrificios, sino también a su indiscutible condición de hombre sabio y de
estadista eminente.
Luego llega
Francisco Antonio Zea y Juan Germán Roscio llegan a ser Presidente y
Vicepresidente del Congreso de Angostura y en el 1821 llegan a ser los primeros
en suscribir la Ley Fundamental de la República de Colombia donde se unen las
Provincias de Venezuela, Cundinamarca y Quito en una misma gran nación. La Gran iniciativa impulsada por Bolívar no
iba a durar mucho tiempo; pero allí quedaría como exponente de la amplitud de
sus propósitos y como hermoso antecedente para un futuro que sabría apreciar la
inmensidad de los ideales de esos hombres.
Poco después
fallece a consecuencia de una fiebre maligna de la que no se conocen mas
detalles en Villa del Rosario de Cúcuta el 13 de marzo de 1821 sin poder
presidir el Congreso que uniría a esas tres naciones. Toca a otro notable
patriota venezolano y antiguo discípulo del Dr, Roscio, el jurisconsulto Diego
Bautista Urbaneja, Ministro del Interior y Justicia hacer la participación de tan
doloroso acontecimiento.
A solo tres meses
de la Victoria de Carabobo desaparece aquel hombre eminente, héroe del
sacrificio, que había entregado cada minuto de actividad, cada segundo de sus
velos, a lucha por lograr la libertad de su patria.
Francisco Antonio Zea a Roscio:
Después
del regreso de Roscio a Venezuela el Sabio Licenciado Francisco Antonio Zea
escribió al referirse a aquel en el Correo del Orinoco:
“Desde
el año de 1810 en que Venezuela derrocó el despotismo hasta el día en que,
después de un viaje penoso y dilatado, llegó a principios de éste año a la
nueva capital del Estado, mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte
su vida que puede decirse con verdad que ni un momento respiró sino en servicio
de su patria. Su constancia en la adversidad excede todo encarecimiento; ni las
cadenas y mazmorras, ni las miserias y trabajos llegaron a abatir jamás su
impávida firmeza o a desviarle un punto de la senda del honor; y aún los
déspotas mismos que le oprimían, se veían obligados a admirar la grandeza de su
alma, y la superioridad de su virtud”.
Palabras dedicadas por Don Andrés Bello a Roscio:
Don Andrés Bello,
nuestro insigne humanista y libertador de las letras hispanoamericanas al
recordar a Roscio en su celebrada “Alocución a la Poesía”, hace el honroso
elogio con que cerramos ésta pequeña biografía:
“Ni menos estimada la de Roscio,
Será en la más remota edad futura,
Sabio legislador le vio el senado;
El pueblo, incorruptible magistrado,
Honesto ciudadano, amante esposo,
Amigo fiel, y de las prendas todas
Que honran la humanidad, cabal
dechado.
Entre las olas de civil borrasca,
El alma supo mantener serena;
Con rostro igual, vio la sonrisa
aleve
De la fortuna, y arrastró cadena;
Y cuando del baldón la copa amarga
El canario soez pérfidamente
Le hizo agotar, la dignidad modesta
De la virtud no abandonó su frente.
Si de aquel ramo de Gradivo empapa
De sangre y llanto, está su sien
desnuda,
¿Cuál otro honor habrá que no le
cuadre?
De la naciente libertad, no sólo
Fue defensor, sino Maestro y padre”.
Abril de 2014 e:. v:.
Bibliografía:
Losada, Raúl Benito (1953). Juan Germán Roscio. Caracas: Ediciones
de la Fundación Eugenio Mendoza.
Arraiz Luca, Rafael (2009). Colonia y República: Ensayos de Aproximación. Caracas:
Alfa.
Miliani, Domingo ( 1996). Juan
Germán Roscio: El Triunfo de la Libertad Sobre el Despotismo. Caracas:
Biblioteca Ayacucho.
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