Por; José Felix Díaz Bermudez.
¡La Victoria…!
Tu nombre representa valor y sacrificio, consagración a la República,
heroísmo de la juventud... De todas las batallas de nuestra
independencia, muchas admirables por sus hechos y su significado, pocas
se elevan como ella en la cumbre de la virtud civil y la templanza
republicana. Ella sobresale por su arrojo y por su constancia, por el
insólito carácter de sus contendientes, seminaristas y estudiantes que
se entregaron por la patria en defensa de su perpetua libertad.
Es
por ello que La Victoria simboliza la expresión maravillosa de la
grandeza de la República que no claudica ante el despotismo y no se
amilana ante la superioridad del enemigo. Entre
1.200 y 1.500 soldados, muchos de ellos imberbes e inexpertos en la
guerra, se enfrentaron a 900 infantes y 2.500 jinetes realistas que les
asechaban con la fuerza violenta de la tiranía, esa que se encarnaba
Boves y que representó Morales en el sitio, cargando sobre ellos con la
caballería compuesta por expertos jinetes que habían vencido muchas
veces y esparcido el terror en todas partes. Eran las huestes de los
llanos capitaneadas por el odio que incitaba desquites e exaltaba a
atropellos, so pretexto de igualdad y de derechos, que finalizaban en la
desolación, en el reparto, en la inmolación de tantas vidas inocentes.
Ribas,
el del gorro frigio, a la usanza de la Francia revolucionaria que había
inspirado el nuevo código de los derechos del hombre, se resistió en el
campo, en las calles, en las trincheras donde intentaron detener, y lo
lograron, las repetidas cargas y que en la medida que eran resistidas,
volvían otra vez con mayor furor.
Antes
de comenzar la lucha a la vista de aquellos monstruos, Ribas les señaló
a los suyos: “Lo que tanto hemos deseado se realizará hoy: he ahí a
Boves. Cinco veces mayor es el ejército que trae a combatirnos; pero aún
me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis del furor de
los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el
suelo de la patria; mostradles vuestra omnipotencia. En esta jornada que
será memorable, ni aun podemos optar entre vencer o morir: ¡necesario
es vencer! ¡Viva la República!”.
El
sublime llamamiento resumía en dramáticos términos la importancia de
aquella hora: la personificación de la barbarie en Boves y en Morales y
que se afanaban para martirizar y someter; la presencia de un mayor
número de fuerzas contrarias; la existencia de la tiranía siempre
oprobiosa, y que no es otra cosa que el mal gobierno de un déspota que
abusa del poder que detenta imponiendo su voluntad contra el derecho y
la razón; y finalmente, la patria en su eterna semblanza, y en la cual
está implícita como necesaria e irrenunciable la libertad de nuestros
hijos, el honor de nuestras esposas y la inviolabilidad de nuestro suelo
que no admite más infames opresores.
El
12 de febrero de 1814, día de la batalla de la cual se cumplirán 200
años, queda inscrito en los anales de Venezuela para siempre como
ejemplo de verdadero patriotismo y constante voluntad de una patria
ejemplar a la cual es difícil vencer.
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