M.´. M.´. ING. ERNESTO MORENO CÁRDENAS
Para definir al masón de hoy, partiré de
aquél que asiste a una logia en donde se busca conformar al hombre de
hoy y de mañana, y en donde la energía motora que mueve las grandes
obras humanas, circula por la aportación de hombre libres y de buenas
costumbres, que buscan practicar la hermandad y el cambio hacia el
progreso humano y espiritual de quienes les rodean.
Al definirlo así, de paso estoy dando
elementos para entender a ese gran prisma que es la masonería, la cual,
al igual que un diamante, cada uno de sus miembros la observa y busca desde cada una de sus
múltiples caras, así entonces, estoy hablando de un crisol donde se
mezclan los caracteres y criterios más disimbolos, lográndose de esto
las aleaciones que un mundo como el actual, requiere para satisfacer la
creciente necesidad de líderes.
Los masones de hoy, como los de siempre,
somos hombres de carne y hueso, que respiramos y que tenemos un gran
cúmulo de defectos y de virtudes y precisamente es la fuerza de voluntad
para devastar esas imperfecciones y multiplicar el efecto bienhechor de
sus cualidades, lo que siempre ha distinguido a este género de hombres
por sobre los demás.
El masón moderno es un hombre
comprometido con su época, no importa la posición social, ni el lugar en
donde se encuentre, ya sea desde una oficina, una fabrica, una escuela,
un barco, un campo de cultivo, una patrulla o un mostrador, el busca
con su ejemplo que virtudes como la fraternidad, la justicia, la
honradez, el trabajo, el estudio, el orden, la verdad, reinen entre
quienes le rodean.
Es cierto y estimulante saber que en
nuestra orden han habido hermanos que con sus obras han ayudado al
progreso de la humanidad, de ellos hay que imitar su entereza, su
perseverancia, su valor para enfrentar su posición e ideales ante sus
detractores. A ellos debemos tenerlos como ejemplo perenne de lo que
podemos llegar a ser, pero también hay que recordar que entre nosotros
han habido quienes han frenado ese progreso, de ellos en lugar de
avergonzarnos y ocultarlos en lo más recóndito de nuestra memoria
histórica, debemos conocer sus obras y analizar sus errores, eso también
es valiosa enseñanza, pues nos enseñan a conocer caminos erróneos que
hay que evitar.
Y ya hablando del presente, cuantos de
nosotros no nos hemos quejado alguna vez de esos hermanos que dentro de
nuestra organización han extraviado sus instrumentos de trabajo y lejos
de comprenderlo arremeten contra el bienestar interno sin darse con ello
cuenta que están destruyendo lo que dicen amar, de ellos también
debemos aprender para no ser así.
Aquí de nueva cuenta surge al tema ese
potente juez que debe guiar la orden del masón y que es la conciencia,
definida ésta como la capacidad intuitiva, sujeta a desarrollo y
perfección por medio del raciocinio y la experiencia, que nos permite
conocer el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar para
conservación del individuo y de la especie humana.
Desde el punto de vista filosófico es
evidente que en cualquier individuo la conciencia mínimamente funciona a
dos niveles: el individual y el colectivo que en otras palabras son el
«yo» y «los demás». Dependiendo de la escala de valores de cada
individuo y la preparación, ambos pueden ser preponderantes: Para
quienes están sujetos a una angustia continua por sobrevivir o por
dominar a quienes le rodean, el nivel «yo» es lo más importante, y salvo
excepciones, considero que se trata de espíritus poco evolucionados que
poco han hecho por avanzar.
El segundo grupo, personas que tienen en
primer plano la conciencia colectiva (el «los demás»), considero son los
que la humanidad requiere para progresar hacia la satisfacción de sus
necesidades. De ellos hay menos, pero que orgullo para la masonería si
la mayoría obráramos haciendo un uso consciente de nuestra inteligencia
para el bien de nuestra comunidad, con ello la justicia encumbraría
mayores alturas en la mente de los demás.
Gente que piensa en el nivel «de los
demás» es lo que la masonería requiere para responder a las necesidades
del mundo, si solemos enorgullocernos de lo que han hecho los grandes
masones por la humanidad y por el papel que ha jugado nuestra orden en
la historia del hombre, mejor enorgullezcámonos actuando y permitiendo
que ese presente que hoy vivimos, que es el futuro del ayer, sea mejor,
porque la presunción no basta, hay que obrar en consecuencia, ¿de que le
sirve a la masonería alguien que no estudia, que no une la acción a los
ideales?, ¿de que le sirve alguien que en lugar de ayudar a progresar a
los demás, busca frenarlos?, ¿de que le sirve alguien, que, cuando
habla de masonería declama los más bellos y sublimes pensamientos sobre
ella, si es abrumado por el peso de su mal proceder?
Un grave problema de muchas de nuestras
logias es facilitar el ingreso de todo aquél que ha sobresalido en el
ámbito social, económico o político, sin analizar cómo lo ha hecho y
cómo lo está haciendo, esa gente sólo trae un beneficio inmediato, que
pronto se diluye ante su público comportamiento, contrario a un
verdadero proceder masónico resultando que lo único que se gana es
acrecentar la negra idea popular de que la masonería está integrada por
poderosos sin escrúpulos, que lo mismo matan a los que ser alejan de
ella, como son corruptores de todo orden establecido.
No. Hermanos, mejor luchemos por que la
imagen de nuestra Orden sea la de una fraternidad bienhechora y amante
del progreso y que en lugar de recibir recompensas de las masas, reciba
su admiración y respeto. ¿Como hacerlo? quizá esto no sea fácil, pero si
no luchamos conscientemente por ello jamás lo lograremos; sólo
proyectando al exterior gente formada con conceptos éticos bien
definidos podremos hacerlo; y, para ello es de primordial importancia un
análisis de conciencia sobre que somos y que queremos ser.
Si somos pusilánimes, temerosos, faltos
de amor por el estudio y el análisis libre y critico de cuanto nos
rodea, lo único que podemos producir es una masonería floja y apática
que no aporte nada al progreso de su entono social.
Pero si decidimos ser estudiosos y
aplicar ese estudio y superación a nuestras vidas, selectivos con
nuestros candidatos para poder formar en ellos una conciencia
de servicio y amor a los demás, tener
presente que ante una responsabilidad social debemos actuar como masones
ayudando a construir el gran edificio de la humanidad, sólo así
estaremos haciendo una masonería fuerte y respetada.
Otro problema que se respira en algunas
logias es la queja de los aprendices, de que no todos los maestros de su
taller son eso: maestros. Eso ha sucedido porque un importante
porcentaje de los masones nos preocupamos por coleccionar grados,más por vanidad que por amor al estudio, y
sólo somos aplicados en la lectura, cuando se busca llegar a compañero o
maestro o ascender en los grados filosóficos, y en el peor de los casos
por que los grados masónicos se otorgan aún cuando un aspirante a ellos
no está preparado, es decir, se dan “al vapor”.
Reflexionemos QQ.´. HH.´., sembremos en
nuestros talleres semillas fuértes para en el futuro cosechar buenos
frutos y hagamos de nuestra vida masónica y profana, un ejemplo digno
para la sociedad en general. Desde este punto geometrico en la
inmensidad del océano, reciban un saludo fraternal, que el GADU los
bendiga y por allí estaré pronto entre ustedes.
F R A T E R N A L M E N T E
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