Retrato de Fermin Toro, obra de A. Herrra Toro, 1897 |
Fue un reconocido, diplomático, literato, escritor
y docente venezolano, sería un individuo que destaca en diversas ramas del saber.
Cuyos conocimientos no estuvieron restringidos a un área concreta, sino que
dominó diferentes disciplinas, en énfasis en las artes y las ciencias. Por lo
que fue un gran polímata, tal como entendemos el término hoy en día. Se
desempeñó varias veces como Ministro
Plenipotenciario de Venezuela, así como también Ministro de Relaciones
Exteriores.
Viajó en 1839 a Londres, como
secretario de Alejo Fortique en una misión diplomática con la corte inglesa.
Actuó como Ministro
Plenipotenciario en 1844, en Nueva Granada con la finalidad de lograr un
acuerdo en relación a los problemas limítrofes de ambos países. Fue ratificado
en este cargo el 1° de abril de 1846, con el fin de realizar en Madrid el canje
de ratificaciones del acuerdo de paz suscrito el 30 de marzo de 1845 entre
España y Venezuela
Durante la crisis del «Gobierno
de la Fusión», liderado por Julián Castro, presidió en 1858, la Convención
Nacional de Valencia, que serviría para reorganizar las filas del Partido
Conservador de Venezuela y materializar una «Reforma Constitucional»,
que daría pie al inicio de la Guerra Federal, durante la cual sirvió al
gobierno como líder de diferentes misiones diplomáticas para obtener
financiamiento, que era necesario en aquellos momentos en Venezuela, acudiendo
a países como España, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Brasil y los Países
Bajos.
En el gobierno de Julián Castro fue Ministro de Hacienda y de
Relaciones Exteriores. Además, intervino en el conflicto diplomático
relacionado con el Protocolo Urrutia.
En 1860, en plena Guerra Federal,
fue enviado como Ministro Plenipotenciario a España, Francia e Inglaterra, con
el fin de explicar la confiscación de bienes ciudadanos de estos países a raíz
del conflicto bélico que sucedía en Venezuela.
Fermín Toro murió el 23 de diciembre de 1865. Al
enterarse de su muerte Juan Vicente González escribió una Meseniana
donde lo califica como El último venezolano y se lamenta de su
defunción.
A continuación algunos extractos de esa Meseniana
Es
medianoche. Silencio dulce y triste envuelve la tierra adormecida. La luna
pálida va visitando las dispersas nubes; las estrellas del cielo se miran en
los ríos; las cimas de los árboles se estremecen, murmuran y parecen
pensativas... Aún está más triste mi corazón. En vano un aire fresco acaricia
las hojas, el otoño imita en vano las galas de la primavera y flores de color
recogen en sus tiernos pétalos las gotas de rocío. ¿Qué nuevas desgracias
amenazan a mi patria? ¿Qué reciente crimen se ha cometido en nombre de la santa
libertad?
Es
que acaba de abrirse una tumba, y ha caído en ella el último venezolano, el
fruto que crearon la aplicación y el talento, y que sazonó la paz, en los
envidiados días, que para siempre huyeron, de gloria nacional. ¡Llorarle es
afligirse por los destinos de un pueblo, condenado a vivir de la ceniza de sus
días pasados!
¿Cómo
logró su espíritu abarcar el círculo inmenso de los conocimientos humanos? Las
ciencias morales y políticas, las metafísicas, a que no basta la vida; las
ciencias naturales, que fueron consuelo de sus últimos años, todo lo dominó su
inteligencia vasta ¡Qué aptitudes! ¡Cuántos talentos que harían la gloria de
muchos hombres!
La
naturaleza le había hecho orador. Con la firmeza, flexibilidad y energía que
distinguieron su palabra, con el brillo y magnificencia de lenguaje,
inseparables del fuego de su corazón, viósele siempre del partido de las nobles
y generosas causas. (...) Como político, Toro fue de esos espíritus ideales que
sueñan hermosas teorías sobre el cabo de Sunium o en los jardines de la
Academia. Abrasaba su alma el amor de la libertad, llama celeste, y el amor de
los hombres, que en él no se debilitó jamás. Cuando el demonio tentador de la
gloria, el odio a la injusticia, la impaciencia de vengar los ultrajes a la
patria, le arras a ardientes polémicas o a peligrosas resoluciones, su
espíritu, en emoción perpetua, se esparcía sobre todos los objetos, colorando
las palabras, animando y engrandeciendo los hechos.
¡Yo
te saludo, amigo; no en esa fosa estrecha, sino en los espacios luminosos,
donde innumerables astros giran con desconocida armonía sobre este pequeño
túmulo que llamamos nuestro universo!
(Juan
Vicente González, Meseniana a Fermín Toro)
Un cuadro de él, pintado por Antonio
Herrera Toro, ocupa un lugar importante en la Casa Amarilla, sede de la
Cancillería venezolana.
Sus restos descansan en el
Panteón Nacional desde el 23 de abril de 1876.
José Rafael Otazo M.
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Profesor Universitario.
Miembro Correspondiente de la Academia de la Lengua, capitulo Carabobo.---------------------
Profesor Universitario.
Miembro de la Ilustre Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Miembro de la Digna Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Investigador en la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica
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