Cuando el diplomático inicia su carrera profesional es normal que su cónyuge le acompañe a los diferentes destinos. No obstante, en un momento dado puede ocurrir que este cónyuge decida volver a su país de origen, con los inconvenientes que eso supone para la vida familiar. Desde aquí hablaremos de los principales motivos por los que el cónyuge acompañante decide volver a casa.
Los motivos que suelen aducirse cuando el cónyuge vuelve a casa, están vinculados a los hijos, a la necesidad de cuidar a unos padres cada vez más longevos y enfermos o la carrera profesional del cónyuge. El detonante también puede ser una etapa conflictiva de la pareja, en cuyo caso los motivos anteriores pueden convertirse en una excusa para volver, sin ser la causa principal. Aprender a discernir los motivos reales de ese regreso ayudará a clarificar los deseos y necesidades de ambos cónyuges y a afrontar mejor esta nueva etapa.
Criar a hijos pequeños en un país extraño genera mucha soledad en el cónyuge, que se atenúa si encuentra apoyo en su pareja, ese compañero de viaje con quien comparte su cansancio y las decisiones de la vida cotidiana. Si este apoyo es escaso, el cónyuge puede tratar de suplirlo en su familia de origen o incluso plantearse criar a los siguientes hijos cerca de ellos.
Cuando los hijos se acercan a la adolescencia el matrimonio puede decidir que los chicos vuelvan a su país para darles raíces, un círculo social estable en un entorno conocido para que no acaben sintiéndose desubicados. En ese regreso el cónyuge puede decidir acompañarles para apoyarles.
La situación de los padres del cónyuge puede jugar un papel similar. Éste puede querer apoyarles en su vejez o enfermedad para devolverles parte del amor que le dieron. Como esa etapa suele coincidir con la época de crecimiento de los hijos se juntan varios motivos para volver.
La carrera profesional del cónyuge también tiene su peso. Ha pospuesto trabajar en beneficio de la carrera del diplomático y de la estabilidad familiar, pero no renuncia a retomarla cuando llegue el momento. El mejor lugar para hacerlo suele ser su propio país, pues es un entorno estable con una posible progresión laboral; y porque siempre se aspira a volver. Las nuevas generaciones de cónyuges ya no aceptan el rol tradicional de acompañantes del diplomático y piden más reconocimiento. Su formación y carrera profesional tiene mucho que ver con ello.
A todos estos motivos se puede añadir una crisis de pareja que haga pensar a los cónyuges que necesitan un tiempo de descanso o reflexión antes de decidir qué rumbo tomar. La evitación del conflicto reduce el estrés, sobre todo si el conflicto es grande, pero puede también entenderse como una negación a afrontar el problema y buscar soluciones.
Es importante que la pareja discierna conjuntamente qué peso tiene cada uno de los motivos en la decisión de volver y no utilizar excusas para camuflar los motivos reales. Hablar claro sobre la situación y las prioridades de cada uno permitirá afrontar esa división de la familia de una forma más saludable para todos.
Hay ocasiones en que el diplomático y su pareja deciden vivir separados: uno en su nuevo destino y el otro de vuelta al país de origen. Los motivos que llevan a tomar esa decisión son muy diversos, pero ¿qué ocurre en la pareja cuando se opta por un modelo familiar con dos hogares diferentes y qué se puede hacer para paliar las dificultades?
Hoy por hoy suele ser ella quien vuelve a casa y lo hace acompañada de los hijos mientras él se va al nuevo destino.
Una vez se instalan cada uno en su hogar, los dos suelen sentir soledad o incluso frustración por no estar cerca, por necesitar el apoyo mutuo después de una dura jornada, o por necesitar relajarse con su pareja durante el tiempo libre. Ella querría compartir con él la carga de los problemas cotidianos de los hijos, y él sentir que participa también en el día a día de la educación y crecimiento personal de los hijos.
Con el paso del tiempo se van organizando y estableciendo vidas paralelas en las que aprenden a disfrutar o a superar las dificultades sin la presencia del otro. El diplomático conocerá parte de las rutinas de su cónyuge, pues no en vano él conoce las rutinas típicas del país de origen, pero ella probablemente desconozca las que él pueda adquirir en su nuevo destino y, por qué no, quiera mantener en el futuro: comidas, horarios o incluso nuevas formas de socializar sin ataduras familiares.
Uno puede acabar acostumbrándose a la lejanía de la pareja a medida que genera su propio espacio personal y social, la comodidad de no tener que negociar con el otro las decisiones cotidianas o de no renunciar a lo que apetece.
El riesgo existente es que empiecen a surgir desajustes en sus propias expectativas de vida (qué quiere cada uno, cuáles son sus aspiraciones, qué les motiva o disgusta) porque si las expectativas no se comparten, será cada vez más difícil llegar a acuerdos y con ello surgirá un sentimiento de frustración y la sensación de incomprensión por parte del otro cónyuge, aunque esté lejos.
En medio de esta situación, las familias de origen pueden contribuir negativamente a la estabilidad de esta familia separada. Si el cónyuge que regresa permite que sus familiares participen en decisiones que en realidad corresponden al diplomático ausente, esto generará más distanciamiento y conflicto entre la pareja.
Pueden aparecer celos por parte del diplomático al sentir que los familiares usurpan su propio espacio familiar o no le entienden ni le tienen en cuenta. En cualquier caso, la situación produce un distanciamiento entre los cónyuges.
Para evitar que la distancia geográfica pueda generar alguna de estas situaciones, la pareja debe hacer un esfuerzo permanente para que la comunicación entre las dos unidades familiares sea fluida y regular, que no sólo hablen de su día a día sino también de sus anhelos, preocupaciones, ilusiones y sentimientos.
El cónyuge en casa deberá tomar una especial conciencia de que el diplomático tendrá una previsible etapa de crisis adaptativa en cada nuevo destino y que cada nuevo destino supondrá nuevas aportaciones culturales en la familia.
En la medida que la pareja se esfuerce en entender los cambios del otro, apoyarse mutuamente y comunicarse sus necesidades, no tendrán necesidad de buscar otras redes de apoyo externas a ellos. Sólo así podrán seguir sintiendo que sus verdaderas raíces están en la familia nuclear, la cual lucha en común para mantenerse como una unidad, pese a la distancia.
José Rafael Otazo M.
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Profesor Universitario.
Miembro de Número de la Academia de la Lengua del Estado Carabobo.
Miembro de la Ilustre Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Miembro de la Digna Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela.
Miembro de La Asociación de Escritores del Estado Carabobo.
Investigador en la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica.
Fuente: http://thediplomatinspain.com/familias-de-diplomaticos-los-motivos-para-volver-1/
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