martes, 26 de noviembre de 2019

Hablando de...La metáfora de la perla. La Libre Conciencia como punto de partida.

AL PROGRESO DE LA HUMANIDAD 

LIBERTAD- IGUALDAD- FRATERNIDAD


Por Edgar Burgos M.: M.: 
Resp.'. Log .'. Progreso
Orden Masónica Mixta Internacional
Le Droit Humain- El Derecho Humano.
Or.'. de Oviedo, España.


V:.M:., QQ:. Hnas:. y Hnos:. 

como bien sabéis, la metáfora es una figura retórica que sirve para expresar una realidad por medio de otra diferente con la que guarda la necesaria semejanza. Esta aclaración previa viene a cuento porque pienso en una comparación que no me extrañaría que ya haya sido expresada de igual forma en otras planchas, aunque desconozco dónde y en qué tiempo, y también porque puede ser un buen ejemplo para percibir como se va desarrollando nuestro crecimiento personal.

De la misma forma que todos conocemos y comprendemos lo que significa ir puliendo la piedra bruta como reflejo de la búsqueda constante de la mejora gracias a la corrección de nuestros errores, pienso que podemos aceptar otra imagen que muestra la misma evolución, pero en este caso a partir del refuerzo de la fuerza interior.

Imagino entonces una perla, que va desarrollándose muy lentamente dentro de su ostra hasta transformarse en algo precioso y estimado por todos.

Para formarse, las perlas naturales necesitan partir de un pequeño núcleo, que muchas veces no es más que un grano de arena; luego, el nácar va recubriéndolo poco a poco y acaba formando esas piezas de belleza extraordinaria y gran valor.

Seguramente ya habréis comprendido que en mi metáfora las capas de nácar no son otra cosa que las enseñanzas que vamos adquiriendo con cada trabajo en los talleres así como con nuestras experiencias profanas, de esta manera asumimos conocimientos que ya no deben despegarse de nosotros, porque sobre ellos vamos a seguir fundiendo otras hasta conseguir ese suave resplandor que caracteriza a las mejores perlas y que, que curiosamente y sin que tenga nada con la Masonería, los joyeros llaman “Oriente”.

Lo que hoy quiero exponer ante vosotros y vosotras es mi convencimiento de que ese grano de arena sobre el que debe desarrollarse todo este proceso no es otro que la Libre Conciencia, porque sin ella como punto de partida nada puede sustentarse y es imposible cualquier tipo de desarrollo.

Las diferentes religiones fundamentan su existencia en la fe, lo que supone la negación del espíritu de crítica. Los mandatos divinos, siempre transmitidos por los hombres, no se cuestionan y el creyente debe aceptar cualquier dogma, por absurdo que le parezca.

Quienes no compartimos esta idea debemos comprender a quienes la defienden y practican, porque esta tolerancia forma parte de nuestro respeto a la libertad de pensamiento.

De la misma forma, cualquier militancia política –siempre que tienda a mejorar la existencia de los ciudadanos y ciudadanas- nos parece igualmente digna y por ello dentro de la logia aprendemos a convivir y escuchar a otros hermanos y hermanas que apoyan diferentes proyectos de sociedad civil, aunque muchas veces no coincidan con el nuestro.

Nos resulta lógico exigir el reconocimiento de nuestras opiniones y así lo hacemos, pero en ocasiones nos es más difícil admitir las opiniones de los demás. Afortunadamente, la tolerancia es una de nuestras señas de identidad. Nunca debemos olvidarlo porque de ello depende nuestra propia libertad.

El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada en 1948, en cuya redacción la Masonería tuvo mucho que ver, lo deja claro: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

No encuentro nada que objetar a esta afirmación, que hoy es norma común en todos los sistemas democráticos. Es evidente que cada cual puede pensar e interpretar la realidad como le dicte su conciencia, la dificultad viene cuando las circunstancias impiden desarrollar en la práctica este concepto teórico.

Considero que tanto la elección de las creencias como de la ideologías y su consiguiente expresión pública, si así lo decide cada persona, deben ser el cimiento de cualquier norma tanto de conducta como legal.

La salvaguarda de este derecho en todas sus formas siempre ha sido y debe seguir siéndolo una de nuestras prioridades.

Por eso en mi metáfora he situado a la tolerancia, como manifestación práctica de la Libre Conciencia en el origen de esa perla que hoy, con vuestra benevolencia, me he permitido comparar con la búsqueda de la ‘’perfección’’ que todos y todas perseguimos en la Masonería.




Celta.'.